Esperaba el tren de las 7:55 que, como cada mañana, le dejaría en la universidad. Hacía fresco.  No había amanecido. El andén estaba lleno de estudiantes y trabajadores. Jorge se fue hacia un extremo.

Desde el andén vio que algo se movía entre las vías. Posiblemente una rata. ¡Era un erizo! El tren iba a llegar de un momento a otro. «Se hará una bola. ¿Podrá evitar que alguna parte baja del tren lo destroce?». Pensó asustado.

Se metió en la vía. El erizo se enroscó al notar su presencia.  Lo cogió con cuidado, pero le pincharon las púas. El tren avanzaba hacia la estación. El maquinista hizo sonar el silbato de la locomotora.

¡Sal de ahí! ─gritó una joven.

 Jorge volvió al andén de un salto.

Estás loco, chaval dijo otra.

Dejó al erizo en el suelo, vació su mochila de la comida y libros que llevaba y le colocó dentro. Subió al tren. En el trayecto iba pensando en qué lugar seguro podría dejarlo en libertad.

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