Me subo en el último vagón y me agarro del tirador para no caerme. Voy sumido en mis ensoñaciones, con la mirada baja y la banda sonora que me regalan mis auriculares. No me percato de su presencia, pero ella sí de la mía. Cuando por fin levanto la mirada en su dirección la canción perfecta suena y ella clava sus ojos en mí, sonriendo. Enseguida baja la mirada, avergonzada. Esos ojos, esa sonrisa… Ese puñal que siento se me clava en el corazón, aunque en el fondo sea una flecha. Me acerco y le sonrío en cuanto me mira.

-¿Cómo te llamas?

-Daniela.

Me río a carcajadas. Ella no lo entiende, pero se llama como la que tantos quebraderos de cabeza me dio. Seguimos hablando. Mi parada llega, me bajo.

-¿Tu número?

-Si de verdad lo quieres, lo tienes en la guía.

La puerta se cierra. Me quedo mirándola a través del cristal, desde el andén. Solo, como tantas otras veces. Abandonado, como siempre, como nunca. Con la misma cara de tonto, pero seguro esta vez de que la volveré a encontrar, pues no descansaré hasta lograrlo.

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