Aquel día el sol no salió, o al menos yo no pude verlo. Quizás estaba ahí, detrás de alguna nube…O quizás no lograba verlo porque mis ojos eran los que estaban nublados, escondidos tras una fina nebulosa de lágrimas…No podía evitarlo. La tristeza y la impotencia inundaban mi alma, hecha jirones. Todo había comenzado tiempo atrás…Ella estaba allí, junto a mí, y lo significaba todo. A su lado las horas se convertían en minutos y ahora que ya no estaba, los minutos eran interminables horas. Recordaba una y otra vez sus bellos ojos y su tímida sonrisa. Su imágen, desde el andén, permanecería imborrable en mi mente durante mucho tiempo. Pero deseaba volver a buscarse a sí misma, a reencontrarse, decía, no se muy bien con qué o con quién. Pero yo sentía que mi tiempo, su tiempo, nuestro tiempo, no podía acabar así…

Ha pasado más de un año de aquella separación y hoy, afortunadamente, mis lágrimas ya no son de desesperación sino de emoción. Porque desde el andén, vi a mi amor regresar a mi vida. Y es que necesitábamos tiempo, mucho más tiempo, para ser felices.

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