Creo en la verdad de esta frase en general. Trabajar en algo que nos gusta es verdaderamente genial. Pero ¿quién puede hacerlo?

Nacemos en una familia y por lo general tenemos nuestros sueños y ambiciones: “¿Qué quieres ser de mayor?” Y entre tantas respuestas ilusionadas sin base vocacional, surgen algunas, del alma, que se mantendrán con voluntad. Y todavía, entre ellas, algunas se convertirán en realidad y otras estarán abocadas a la renuncia. Las personas que llegan a realizar su sueño de trabajo son aquellas que “no tendrán que trabajar ni un día de su vida”

¿Y aquellos que han tenido que renunciar a su esperanza? Motivos: infinitos. Desde el percatarse que no es aquello que les gusta, no sentirse con suficiente fuerza para conseguirlo, problemas familiares, una guerra, una obligación de emigrar a otro país…

En la terraza del chiringuito de la playa, a las 7 de la mañana, los trabajadores de la construcción se reúnen antes de empezar a trabajar.

–‒ ¡ Chico! Un carajillo cargadito, para mí.

–‒ Para mí, un cortado con la leche fría.

–‒ Yo tomaré un café solo, pero muy corto

–‒ Yo, uno largo.

… y así más o menos los ocho trabajadores.

La cara del camarero es todo un espectáculo. A la primera palabra, ha intentado escribir. Pero ¿cómo escribir “carajillo”?

Como alelado, se dirige a la barra, en el interior del chiringuito donde, riendo, lo espera la propietaria. Está preparando lo que ha oído que pedían. Lo va poniendo en la bandeja del pobre camarero y le va diciendo l nombre: ca-ra-ji-llo. Se lo repite. Cor-ta-do, café cor-to, café lar-go, etc.

El camarero llega con su bandeja repleta y los clientes que esperan entre risas, quedan sorprendidos. Deja todo en la mesa sin repartir y se va.

La hora del almuerzo vuelve a ser crítica. Bocadillos de jamón con pan y tomate, bocadillo de sepia con salsa verde, montaditos, blanco y negro, etc.

Se vuelve a repetir la escena de la mañana y el pobre chico sale bastante airoso gracias de nuevo a la ayuda de la propietaria.

Al cabo de quince días esta no necesita ayudarle y sí lo hacen los trabajadores entre risas y bromas. Lo han adoptado y ríen juntos.

Tres meses después, Ferenc es un buen camarero y entiende bien todo el vocabulario que se utiliza, ya habla con bastante fluidez. Tiene 16 años y viene de Aiud, ciudad de Transilvania, en Rumanía

Ha llegado a esta ciudad costera con sus padres y un hermano pequeño. Las condiciones económicas se habían vuelto insostenibles aunque ambos genitores trabajaban, su padre, húngaro de profesión ferroviario y su madre rumana trabajaba de administrativa. Él estudiaba y obtenía excelentes resultados.

A pesar de su empleo, de la buena voluntad de la propietaria y de su buen trabajo y rendimiento, la temporada estival se acaba y el chiringuito debe cerrar. Ferenc se queda sin trabajo.

Encuentra algo en una empresa de electricidad donde empieza por ser ayudante. Allí aprende los rudimentos y el vocabulario específico del oficio. En pocos meses se convierte en imprescindible para su jefe y, tras un año, este le ofrece la posibilidad de asociarse con él. Ferenc lo acepta y la empresa prospera. No obstante, un contrato en el que habían puesto esperanza y, sobre todo dinero, se diluye y tienen que cerrar.

Nuevamente Ferenc queda desempleado aunque, esta vez, con más tranquilidad, puesto que puede contar con la ayuda del paro.

Hace tres años, un compatriota le ofreció asociarse en un negocio de un bar. Dado que tenía experiencia de camarero y poco que perder, aceptó. Se lo trabajaron mucho y consiguieron una clientela fija e importante durante el año, que se veía muy ampliada en verano con el turismo. Ferenc estaba en todas partes y, con su amabilidad y simpatía, era un motor para el negocio.

Hace un mes me lo encontré paseando a su perro. Parecía preocupado y no tenía aquella alegría que siempre le hacían chisporrotear los ojos. No quise ser indiscreta y no le pregunté nada. Ayer, me lo volví a encontrar. No estaba alegre pero la preocupación se le había borrado del rostro. Me atreví a preguntarle:

  • ¿Mejor?
  • ¿Cómo lo sabes?
  • Creo que lo leí en tu cara.

Fue entonces cuando me contó lo sucedido: Desde hacía un tiempo había notado cosas raras en el bar. Muchos encuentros entre chicas jóvenes con hombres que no lo eran tanto. Después de tomar algo se iban juntos. Al principio no le dio importancia pensando que era casual pero, día tras día, las cosas se repetían y le preguntó a su amigo. Este se le burló un poco y le quitó importancia. Ferenc puso en marcha su propio sistema de investigación y descubrió que el bar, “su bar”, se había convertido en bar de citas y quién sabe si en algo más.

Seguramente todos eran mayores de edad y consentidores pero, moralmente le repugnaba participar en algo así.

(ningún trabajo puede deshonrar al hombre)

¿Seguro? No estaba de acuerdo.

Su amigo no se negó a arreglar económicamente la situación y ahora, nuevamente, se encontraba sin trabajo pero con derecho a paro, con una cantidad importante de dinero y decepcionado.

No sé cuál será su próximo trabajo pero me encantaría que esta vez fuera duradero y positivo, sobre todo porque ha formado una familia y, por su honradez, arrojo y fuerza se lo merece.

¡Buena suerte Ferenc!

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