Madrid 19 /5/2022

Son las seis de la tarde caluroso día, escucho varios ulular de las sirenas de los coches de emergencias, bomberos, policías y samur, minutos después aparece un gran coche de bomberos con el mismo alboroto, donde en superficie se aloja una alta escalera plegable. Van a subir al séptimo piso por la terraza, donde una señora mayor, sin familia, no da señales de vida desde hace tres días, se dieron cuenta en la farmacía no recogió sus medicamentos clónicos avisando los empleados de la misma a sus vecinos y estos llamaron emergencias, media hora después se la llevaron el SAMUR, con un hilo de vida. Todo estos en menos de 50 metros en el edificio de enfrente, se lo narró a  familia sentado en la mesa después de que hubiéramos cenado, como experiencia del día. Ante la atenta mirada de los comensales, al terminar mi relato, mi mujer tomo la palabras, contándonos dos: días antes Luis el conserje de Marta su compañera de oficina, nos contaba en tertulia de café como dos mujeres mayores y hermanas que viven en el mismo edificio le estaban echando la bronca al conserjes y como no pudo enterarse del enfado morrocotudo de las dos hermanas, Marta, al día siguiente le preguntó a Luis el motivo de su discusión por intentar mediar entre los tres, pues le vi con cara de disgusto. Las dos anciana. Respondiendó, todo esto venía desde la semana pasada cuando las eche en falta varios días sin verla por la finca y claro me asusté, creyendo que las había pasado algo grave en su domicilio y llamé a los bomberos, pues no tenía llave de su casa, vinieron y echaron la puerta abajo,y allí no se encontraba nadie, habían decidido irse unos días de vacaciones sin consultarlo con nadie. ‘Menuda movida le ha caído al compañero» dije: algo parecido me ocurrió a mi hace tres años, cuando estaba en la otra portería, ante que la empresa de servicios me cambiara por la actual. Y que te pasó? me preguntarón los dos a la vez, nunca nos hablas de tus encontronazos con los vecinos. Bueno ya sabéis mi oficio requiere confidencialidad y lealtad a las personas que sirvo y desarrollo en mi trabajo que requiere el no enfrentar con vecinos la actitud de los chisme que ocurre en la finca, bueno en este caso el año pasado falleció Adolfo, me lo contó Andrés su vecino de descansillo al llamarme el mes pasado. Pensó que debía saberlo, ya sabes que estuve siete años y que la mayoría de los vecinos me apreciaban y por lo tanto alguno todavía me wapseo. Así que desde hace más de año y medio cuando cogía el metro, pedía dos periódico 20minutos y uno de ellos, se lo echaba en su buzón, en el de D.Adolfo, un anciano que estaba divorciado de su mujer que era una hipocondriaca y tenían un hijo en común con discapacidad intelectual que vivía en una residencia fuera de Madrid, apropiada para esos casos. Todo iba bien, cada mañana le echaba el periódico y lo recogía en dos o tres horas cuando venía de hacer sus mandatos, hasta ese día que se lo eché dejando asomado por las rendija, ante la advertencia de él, me llamaba la atención, tenía que introducir todo su contenido, sin que sobresaliera del habitáculo, de su casillero, pues estaba obsesionado, alguna vez le faltó el periódico, que antaño, el anterior portero se lo echaba en su compartimento. Pero yo no hacía caso en sus recomendaciones, para mi, yo, seguí haciendo a mi manera, lo que hacía, me daba la información de que todo iba bien hasta ese día, que como todo los días le echaba los 20minutos, pero esa jornada no lo retiro ni la del día siguiente. Entonces llame al vecino, D.Emilio, el del piso superior y le conté mis sospecha que llevaba tres días si retirar el diario de su casillero. Emilio tenía llave de su casa porque D.Adolfo me lo comentó nada más entrar a trabajar seis años antes en la comunidad, por si se tratara de alguna urgencia, y tenían que entrar a mi casa. Así que bajo D.Emilio a su piso con la copia de su llave, abrió su puerta y llamo por su nombre hasta que llegó a su cuarto, busco el interruptor de la luz, pulso el botón a la vez que le llamaba, el pobre D.Adolfo pego un sobresalto encontrándose a la parca susurrando su nombre, hasta que reconoció a su vecino, cuando se acostumbro sus ojos. Días después me echaría un pequeño raspalpolvo, narrando el susto que recibió, viendo de pie y en la cabezera de la cama a D.Emilio, casi le da un infarto, recalcando, si algo le ocurriera que nadie entrara en su casa hasta que su cuerpo oliera por el descansillo. Luego me dijo que esos días trasnochaba, quedándose hasta altas horas de la madrugada con el ordenador, bajando muy tarde sin acordarse del noticiario, antes de darse la vuelta para desaparecer por el pasillo, me dijo que hizo bien en preocuparse, y me lo agradecía. Ese mismo año dos meses antes que me cambiara la empresa de comunidad, ingreso en un hospital para salir con el pijama color madera.

Han Solo 

El país de la piel de toro

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