EL PAMPERO ES UNA CIGARRA

EL PAMPERO ES UNA CIGARRA

Maribel Torija

10/06/2019

En septiembre, empiezo a trabajar en el Ministerio de Educación donde conozco al «pampero», moreno, alto y con buen tipo. Nos mandan al mismo despacho.

Brujilda, una pelirroja, bajita, explosiva, es una cansina. Siempre cuenta la misma historia: que se está separando y no puede pagar la hipoteca.

Lo invita al concierto del 40 aniversario de la Constitución. El pampero es una cigarra con una guitarra entre las piernas. Yo tengo que cuidar a mi madre.

Me envía un vídeo desde el concierto con la canción «No mires a los ojos de la gente».

Una funcionaria que se jubila nos invita a una fiesta. El pampero me ofrece una sin alcohol a medias.

-Huy, te ha ofrecido una sin alcohol a medias -dice el romanqueño.

Me ofrece otra. Nos sentamos.

-Cuando acabe el curso, leo tu blog.

Subo del comedor, abro la puerta del despacho cantando:

Como se pone con una cerveza sin alcohol.

Después de las vacaciones en el puente de la Constitución, estoy desayunando mientras veo mis mensajes en el móvil. Aparece el «pampero».

-Ha cambiado tu actitud desde que te dije que tengo problemas psicológicos. Contestas fríamente a mis mensajes.

-Ni siquiera hago caso del WhatsApp. No me gusta.

-¿Qué diferencia hay en tener un accidente o ir al psiquiatra? Yo era “normal” hasta que, el chico que me gustaba en la Universidad, se fue con otra y me ingresaron.

-Eso me ha pasado a mí quince veces. Cómo vienes ya el primer día. Estás mejor trabajando. No te conviene estar en casa con tus hermanos. Tienes que irte de ahí.

-Y, ¿cómo dejo sola a mi madre?

Cuando se va la funcionaria, Brujilda te empieza a provocar.

-Yo soy así. Brujilda no me hace ni caso.

-No entres en el juego –me dice la funcionaria-. Van a por ti. Yo me doy cuenta de todo.

-¿Por qué me hacéis esto? -empiezo a decirle llorando- ¿Qué os he hecho yo?

-No sé, a mí no me metas en esto. Yo vengo aquí a trabajar. Acláralo con Brujilda.

-Yo no tengo que aclarar nada con nadie.

-Tengo que trabajar con ella. Vos estás loca. (Sale corriendo del despacho).

Al cabo de un rato vuelve.

¿Estás escuchando lo que hablo con el “pampero”? Luego no vengas a preguntarme.

-Me he enterado de sobra, pero como no me escuchas.

-Tú eres muy lista.

-Trátame con respeto, no como si fuera tonta. Sí, soy lista, pero lenta porque tengo una discapacidad.

-Siempre te escudas en eso. No te pasa nada. Todos tenemos discapacidades.

-Pues ve a que te valoren.

-Si quieres, ve a decírselo al consejero.

El “pampero” se va a Galicia a pasar la Navidad con su familia.

Me da dos besos y sube a despedirse de los compañeros.

Brujilda se da de baja.

Subo del comedor. El «pampero» está escuchando la canción de Andrés Calamaro «Te quiero igual». Me hago la tonta.

El martes, después de comer, me armo de valor y pongo la canción «El ultimo trago» en el ordenador.

-¿Qué le pasa hoy al “pampero” -pregunta la funcionaria-. No para de salir. Ahora le ha dado por la rubia. Está muy raro. No se ha afeitado. Tiene mala cara.

-Ven, siéntate aquí -le dice – ¿Qué haces por la noche? Tienes una cara. Si es porque te lo pasas bien, estupendo.

-Le han salido canas en la barba. Desde que va al gimnasio, tiene cara de viejo –dice Marisa.

-Así parezco más mayor –dice el “pampero”.

-Esta tarde, si puedes, échate una siesta.

El 8 marzo mandan a mis compañeros a la Alta Inspección.

Cuando se marcha la funcionaria, el «pampero» pone la canción «Llueve sobre mojado».

A mí me mandan a la quinta planta con el romanqueño y dos becarias.,

El miércoles, bajo a buscar a Esjois para desayunar.

-¿Dónde es más verde la yerba?

-La yerba es igual de verde en todas partes. El «pampero» me bloqueó en el WhatsApp por enviarle ese mensaje. Siempre cree que lo suyo es lo peor.

Se despidió a la francesa.

-A lo mejor se ha enamorado de ti.

-Pues vaya manera de demostrarlo. Como es argentino, le presté un libro de poemas de Borges. Lo dejó en mi cajón. Lo metí en su mochila.

-Es tuyo.

-Quería que tuviera un recuerdo mío.

-¿Escribes un diario?

-Sí, tengo varios cuadernos.

-Otro día, cuando lo leas, te explicarás muchas cosas.

El lunes 18 de marzo, Esjois sube dos veces a mi despacho.

El lunes 25 de marzo, Esjois llama a mi puerta.

-¿Dónde vas tan trajeado?

-Tengo una entrevista de trabajo ¿Vas a desayunar al Mc Caffe?

-Sí, ¿por qué?

-Bajas a buscarme.

Está teniendo una recaída.

El martes 26 de marzo

-Hola, chicos, me voy a tomar un descanso. Tenéis mi número para lo que queráis -pone Esjois en el grupo de WhatsApp del Ministerio.

El lunes 1 de abril estoy alegre porque vuelve el «pampero».

Está en la barra de la cafetería. Me mira y sonríe.

-Hola, ¿qué tal te ha ido?

-Bien, trabajando.

Pide la cuenta, coge su desayuno y se marcha rápidamente.

Lo veo comiendo con una chica alta, morena con el pelo largo.

Ya no lo veo en el comedor. Ahora sube a comer al despacho de la coordinadora.

Ayer me enfadé con el «pampero» porque no defiende a los compañeros, se pone de parte de la funcionaria -dice la coordinadora.

Ya no sube a comer -dice con los ojos llorosos-. Le dije que tengo mis informadores y me enteré que subía con la funcionaria a verme. Brujilda y él subían a decirme unas cosas de ti. Me ponían una cabeza.

A lo mejor, la coordinadora malmete para ponerme en contra del «pampero».

El viernes 17 de mayo me voy de vacaciones al pueblo.

El miércoles 23 de mayo me envía un WhatsApp Esjois. Le han dado el alta y los del Ministerio le han dicho que ha habido una estructuración de los departamentos y amortizan su puesto.

Ahora tengo claro que quiero al «pampero».

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