El Pez. Parábola del trabajo.

El Pez. Parábola del trabajo.

Daniela Quijada

14/05/2019

El pez da vueltas, frenético. Se golpea contra el vidrio. Pobre pez. Está atolondrado, loco, un poco histérico.

Sube y baja entre los cincuenta centímetros de alto de la pecera.

Va y viene entre los sesenta centímetros de ancho de la pecera.

El pez cumple la función por la que está allí: ser hermoso. Serpentea sin cesar, alargado, frágil y ondulante. Es del color del cielo, de las nubes. Del color de la luna cuando se esconde entre las montañas. Es del color del alma. Quizás por eso esté así. Pobre pez. Pobre pez histérico, encerrado, ansioso.

Los peces amarillos, violetas, rojos, lo rodean y lo ven con extrañeza. ¿Qué te pasa, pez? ¿No te das cuenta que acá estás cómodo y seguro? Tienes alimento suficiente, y no sientes las heladas corrientes del océano, ni los depredadores con su paso rozándote la aleta. ¿Qué te ocurre, pez? Deberías estar feliz.

El pez no escucha. No quiere escuchar. Es sordo al bullicio ensordecedor que le rodea, que le ahoga, aunque los peces no puedan ahogarse.

Humanos, de esos que compran peceras, de esos tan parecidos a sus compañeros amarillos, violetas y rojos, lo admiran desde el vidrio. ¡Que lindo es ese pez! ¡Es más grande, más rápido, brilla más!

El pez los mira. Casi los entiende. Parecen decirle, ¡Que buen trabajo haces, pez! Gracias a ti, la pecera es más hermosa.

El pez color del alma tiene ganas de llorar, aunque los peces no lloren. El alma no se hizo para embellecer vidrieras, sino para saltar al vacío, al océano. Recorrer el océano, saborear los matices de la sal en el agua, impregnarse de arena, corales, corrientes, eso es lo que quiere el pez, y eso será infinitamente mejor que el vidrio, aunque mañana lo devorase un salmón.

Él serpentea. Insiste. Lo entiende: Debe llegar al océano, o la tristeza lo matará peor que el salmón. Pero está solo.

Solo y cautivo.

Solo y preso de la exhibición.

Sólo, histérico, entre la multitud amarilla, violeta, roja.

El alma, como el pez, fueron hechos para ser libres.

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