Italia: Ponerse las botas de pasta.

Italia: Ponerse las botas de pasta.

Mario Palomar

09/05/2019

Despertar con el frío, con el frío en las baldosas.( A Giuseppe no le gusta dejar por la noche el fuego encendido porque un voluntario hace unos años estuvo a punto de incendiar la casa). Despertar con esos bidones metálicos con candados al lado de mi cama. (Cualquiera pensaría que almacena la leche en ellos, pero Giuseppe está enamorado del aceite que hace con sus propias manos, con sus propios utensilios). Despertar con un¡ boungiorno!. Y en la mesa del comedor ese pan artesanal, ese oro líquido tan preciado, y esas personas que poco a poco se convierten en hermanos.

Pero en las mañanas, mi mente se haya en una especie de trance, asi que me gusta estar callado, llevarme el pan con aceite a una ventana de la cocina para apreciar como el sol baña cada diminuta planta del jardín, cada olivo, la ciudad y las montañas en la lejanía. Y despacio, me dejo caer en ese bello cuadro que parece pintado por el mismísimo David Friedrich. A las 8.30 llega Giuseppe, a veces de dar la comida a los animales, otras no sé de dónde, porque los alimentamos nosotros. Los gansos y las gallinas comen los vegetales que nos sobran en nuestras comidas, granos de maíz,, y una especie de mezcla de gusanitos de cheetos de color marrón con agua. A las ovejas, burros, y caballos les damos paja o ramas de olivos cuando los podamos. Siempre nos repite con entusiasmo:¡Questa e una medicina per gli animali! También tiene unos conejos «per divertimento»como dice él. Después limpiamos el estiércol, para a continuación echarlo en la huerta, o podamos olivos, o plantamos verduras o quemamos rastrojos. Cada una de estas tareas se tienen que hacer «piano piano», disfrutando. «Cosa facile» cuando el cielo está azul, el sol brilla en el centro, todo está tan verde, y el aire es tan puro.

Giuseppe es una persona tranquila, que vive sin prisas, pero a veces contradice su propia filosofía de vida cuando te pregunta algo y no te da tiempo para pensar un segundo y te dice: o sí o no, non perdiamo tempo. La primera vez me sentí tan atacado que le contesté con sus propias palabras «piano piano». Y es que los primeros días , por varias razones llegué a pensar que era un viejo amargado, que no nos quería allí. Pero se fue abriendo, llegando incluso a cantarnos canciones, tanto en el coche mientras conducía, como en la mesa mientras comíamos. El día que dijo » ti fidi di una persona solo il 50%» me quedó claro que era alguien precavido. Pero yo fuí transparente desde el principio, y su amor por el trabajo realmente me inspiró. También dijo que sabía como era alguien por su mirada porque había conocido a muchas personas. Digamos que vio que iba en son de paz, con buenas intenciones, y lo corroberé con mi continua iniciativa. «Mario accende il forno». «Mario fae fuoco». ¡Que lengua tan bella la italiana!.

Sobre las 12 vamos a la huerta a coger verduras. Yo solo veo malas hierbas, Giuseppe ve medicina. Las corta con su «vecchio coltello»de su abuelo que en varias ocasiones le ha salvado de atracos en nápoles. Siempre hacemos pasta, pero las verduras que la acompañan van variando. Se toma muy en serio la cocina, pues cuando era joven estuvo cocinando para miles de soldados, y dice que aunque no era un chaval muy centrado, cuando se ponía frente a los fogones le gustaba hacer las cosas bien, con seriedad y perfeccionismo. Los 4 voluntarios nos sentamos hambrientos como buitres. En el centro de la mesa el vapor sale del caldero.» La pasta é pronta».» Al dente». El silencio no es violento, pero me siento con la necesidad de crear una atmosfera más liviana. Así que pregunto en inglés ( idioma que usamos para comunicarnos los voluntarios) : ¿ Qué vamos a hacer luego?. En las tardes no hay que trabajar, y una de las voluntarias tiene coche asi que hay varias opciones. Ya hemos ido a varias montañas, cascadas, lagos, incluso hemos ido hasta nápoles a comer una deliciosa pizza. La alemana que ha venido en coche desde Berlín, sabe italiano y le pregunta a Giuseppe: ¿ Hay algún sitio bonito cerca de aquí?. » Montecassino è molto bello» le contesta.

Los días van pasando y me siento ligero, como inmerso en un cálido sueño que se repite. Mi familia está lejos, echándome de menos, pero yo vivo cada momento despierto, tengo una nueva familia. Mi corazón vibra, vibra libre. Ella está lejos también, pero me ha querido olvidar y yo hago lo mismo.

Un día Giuseppe nos lleva a mi y a otro voluntario a la huerta de un amigo suyo. Trabajamos con empeño revolviendo la tierra alrededor de los olivos porque van a echarle un fertilizante. Al voluntario al igual que a mi le gusta la meditación. Me acerco y le digo:

– ¿ Qué tipo de meditación estás haciendo ahora?-

-Estoy tratando de ser el rastrillo-

Después vamos a casa de su amigo a comer. Este tiene un vino más fuerte que el de Giuseppe porque lo ha dejado fermentando más tiempo. Pero él lo bebe como si fuera el suyo. A la vuelta el voluntario y yo nos agarramos fuerte al asiento mientras Giuseppe va de arcén en arcén.

El último día me acompaña a la estación de trenes en coche. Me pregunta si he cogido fruta para el viaje. Le digo que no. Le comento que voy a Berlín a visitar a Louisa la alemana. Se impresiona: «ah, che ragazza». Me pide que le mande recuerdos. Cuando llegamos a la estación voy a darle la mano para despedirme y me da un abrazo. Siento una enarome gratitud que sale de su corazón y acaricia el mío.

– Has trabajado duro. Vuelve cuando quieras.- me dice mientras sonríe.

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