Primero me presentaré, soy Judas y me declaro el absoluto perdedor de todo. Si fuera un tiempo verbal, sería el pluscuamperfecto, que viene a ser una realidad colgada de un condicional. Hubiera o hubiese son cosas que casi consigo sin parar, pero luego me quedo en segunda posición.

Nací en una ciudad no muy grande, desde pequeño la suerte me acompañó aunque con desgana, lograba pequeñas hazañas pero perdía siempre las batallas. Cuando pegué el estirón por poco me vuelvo el más alto, pero había uno que me sacaba un centímetro de mierda. Eran cosas que así por separado pudieran parecer nimias y sin significado pero cuando las agrupabas juntas, desanimarían a cualquiera. En el instituto bordaba los exámenes, pero al llegar a la selectividad la beca que deseaba se la llevó uno del barrio de al lado.

Después de dejarme la piel en mil trabajos de los que no servirían para llenar un buen currículo, me gasté todo lo ahorrado en montar un videoclub forrado de cintas de VHS el mes anterior justo de que el DVD saliera al mercado.

Siempre he sido un esclavo en casa, los entrenamientos y también en el trabajo, la existencia de un superior era algo que venía ya dado, y a ese nunca le caí demasiado bien… me mandan los peores encargos, las cosas más absurdas y de mal gusto. Me sentía un ahorcado con una soga a punto de partirse. Mi novia de toda la vida, me dejó justo antes de la boda, por mi mejor amigo quien le había prometido estabilidad y una buena casa. Lo curioso es que se estrellaron pocos meses más tarde viajando en avión en su luna de miel.

Cuando iba a ser Jefe de cocina tras muchos de años de jornadas intensivas y condiciones precarias, la empresa se declaró en bancarrota y mi sueño de ascender cambió de dirección en sentido contrario y pendiente pronunciada. Todo era una porquería, iba a alquilar un piso cojonudo y se lo quedaba el de la anterior visita.

En las vacantes de empleo ya pasaba directamente en proporcionar. Mi puesto soñado se lo llevó un pobre sordo porque desgravaba ante el estado. Toda la vida estuve a la sombra de alguien que lograba las cosas de gorra, tanto sufrimiento y al final hasta me volví calvo. No me salía nada bien, apostaba en la ruleta y salía el anterior. En las cartas me ganaban la mayoría de las veces aunque fuera por lo mínimo.

Incluso una vez gané la lotería y por el camino a cobrarla perdí el boleto afortunado. La desdicha era como un sumidero anclado a la puerta de mi casa. A veces dudaba si quedarme en casa, pero hasta mis padres me obligaron a dejarla después de perder la mía en un embargo.

La chica de la barra, esa mujer de ensueño, despampanante, hermosa y simpática no me hacía señas a mí en aquella magnífica fiesta, era al que estaba detrás mío. Cuando oposité a bombero tras haber clavado el examen teórico nos expulsaron porque según decían mi academia había tenido las preguntas por adelantado, cosa que ni me había enterado.

Pudiera ser que pareciera una locura, la verdad es que muchas veces prefiero no mirar al pasado porque temo que ni me den la baja por depresión alegando puro cuento. Dejé las oposiciones, la lotería, los concursos y por supuesto el bingo. Deje de intentar cualquier cosa que tuviera un podium. De qué sirve competir cuando tu peor contrincante eres tú mismo. Es la paradoja del gato de Schrödinger siendo el mismísimo gato y rezando porque no me pidieran abrir la caja.

Incluso durante una crisis de fe me metí en una diócesis eclesiástica aunque al principio me rehusasen por mi nombre, cuando ya era un miembro… la clausuran por denuncias de pederastia dentro del centro. Dios por ese entonces debía ser de Lepe al menos… todas las acciones que emprendían acababan por estrellarse, por lo que desde el principio obvié eso de ser piloto, porque cuando era pequeño pedían una visión perfecta del 0.0 y varios años después ya se permitía el uso de gafas y lentillas.

Así que cuando pidieron gente para viajar al espacio, levante la mano sin dudas. El miedo ya no tenía significado, la esperanza de volver… ¿ qué más importaba ?, daban un salario más que apropiado incluso para dejar una herencia por adelantado. Por muy mal que fueran las cosas, peor no me podía ir. No tenía mujer ni hijos, los amigos habían ido desapareciendo poco a poco con sus novias o con las mías. Mi casa era del banco, mis empleos una basura que no se podía ni reciclar, mis padres se habían muerto dejando sus posesiones a mi hermano que tiempo después casi se emancipa de mi persona.

No sé si sería en más alto de la tripulación, ni tampoco el más fuerte, lo de guapo estaba claro que no, pero sin duda a la nave que me habían asignado lucky 13, me traía totalmente al descuidado. La gente trataba de cambiarse sin parar a otras más de su agrado, yo debí ser el único que no pidió el traslado. Por aquel entonces ya contaba poco de mi persona como para encima que hicieran apuestas con el mal fario. El teniente al cargo de pilotarla era tuerto, pero tenía una maravillosa sonrisa mellada. El día del despegue partimos diez aeronaves de las cuales ocho cayeron por una lluvia de metralla mezcla de asteroides y morralla de la estación espacial internacional.

Según pronuncian las malas lenguas, tuvieron más en cuenta la elección del día deseado en un concurso entre los miembros de la misión que de las estimaciones meteorológicas adversas.

Finalmente en mi nave sólo viajábamos nosotros dos, porque prefirieron que nos encargásemos de la logística completa, transporte de estructuras, vehículos, fuentes de energía, semillas, materiales quirúrgicos y víveres, en la otra restante ciento ochenta mujeres de todas las ramas laborales diversas que habían decidido viajar todas juntas.

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