De Joder a explotar

De Joder a explotar

Ton Cas

23/03/2019

El sudor del pecho mas brotado por las contaminaciones de la hedionda pero abundante mina, se colapso del cansancio, se fatigo el corazón senil y poco apasionada por el trabajo diario. Pero el sostenimiento de una familia hacia cada picotazo mas que justo y necesario. Las madrugas en turbulentas lluvias, las tardes en fervorosos calores, la angustia de sobrevivir y el hambre pidiendo lo que es cada vez mas escaso. Don Juan Girado y Montes esta ya viejo, no es ningún don solo un viejo minero de las minas mas peligrosas y descuidadas de la plancha en la lejanía de la ciudad. Sus fuerzas son mas escasas que los propios alimentos, que el propio aire y que la propia vida. La rutina colonial y arcaica siempre fue tan exacta como los cálculos de matemáticas que nunca aprendió Don Juan. Siempre trabajo.

Los gallos se levantaban con los sonidos de el viejo, calentaba un poco de agua mientras se daba palabras de ánimos desde lo mas dentro de su alma, si es que existe. Caminaba unos varios minutos hacia la zona de transporte, otro largo rato para llegar a las minas. Es como dirigirte hacia tu infierno. Hacia las tinieblas se transporta diariamente, solo por unos cuantos pesos al crepúsculo del día. Antes de partir daba unos buenos besos de espíritu a espíritu, a a su esposa también vieja, y su esposa a el, el a sus hijas y viceversa. Empaca su comida como siempre, unos granos de arroz calculables para un buen matemático, unas arepas calentadas que se enfriaran en el camino un chorizo manualmente armado en el patio de su casa y agupanela sin canela, estaban escasas. Al llega se acomodaba en su respectivo lugar, su pico habitual, sin cuerpo inerte, su alama desfallecida y a trabajar inconscientemente, a buscar oro o el mineral que se pueda encontrar, todo vale.

Camisa negra como la tierra, ojos provincial mente cubiertos por unas gafas re-viejas. Músculos acabados, manos con varios dedos menos, nada nuevos, nada de minerales, una sed decrepita en la garganta, polvo como en una corrida de toros o una tormenta en el desierto, mejillas inundadas de las lagrimas de esfuerzo y sufrimientos, pantalón acribillado casi ni se distingue entre su piernas por las milenas de veces usado, pecho agujerado por el accidente inolvidable que quizás contare, pensamientos, no, perdón, no tenia pensamientos, toda una vida en minado, o viviendo en minas que ya no conocía el mundo, solo el aire y la noche. El aire tedioso por la partículas de azufre que brotaban por toda la mina, la noche, la oscuridad del lugar de trabajo, el alba al entrar, la luna al salir y un hombre explotado, sumamente explotado, que ya no aprecia para nada el vivir. Como muchos otros explotados, jode-dores, tiene la obligación de vivir, la responsabilidad de trabajar, y el amor para alimentar a su familia. La cúspide de la depresión llega a su vida en la cama, dormitando, no queriendo seguir, madrugando y trabajando.

No se rendía aunque su cuerpo se lo imploraba. El explotado se desmalla en el asiento del transporte, en el baño a la hora de bañar, en el suelo a la hora de almorzar, en cualquier espacio del día en el cual no tuviera que trabajar se desmalla en medio de la finita fatiga colosal-mente inmensa. Da pico cada diez segundo, el supervisor siempre esta cerca, se percata de los lentes. Son dos jornadas al día, seis horas cada jornada. Mucho tiempo en el infierno, reencarna a Sisifo aquí en la tierra tenaz y voraz. La calma se pierde como una calamidad. Puede mostrar sus secuelas de guerras, las que tiene por todo el cuerpo, cicatrices, huecos, huesos rotos, y un hombre sin ganas de vivir.

Don Juan Girado y Montes, esta extenuado, agitado, sofocado, sediento, hambriento. NO quiere continuar mas, ni el si su desecho espíritu. Quiere dejar todo tirado y lo dejara, son siete años o mas, once meses, o mas, tres horas o mas, veinte segundos o mas trabajando, siendo explotado como un loco animal. Girado y Montes, en un arrebato arroja el pico hacia el supervisor, escupe la mina que fue su hogar durante mucho tiempo y dirige una palabras hacia su anodino supervisor.

-A la mierda el trabajo, quiero vivir en libertad. -se va sonriente.

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