Sergio era un hombre de 37 que durante los últimos 18 años había trabajado en una oficina de seguros 8 horas al día en un cubículo de 2.5 metros por 2.5 metros, estaba en esa edad donde si dibujas la vida como una linea y el presente como un punto dentro de la linea notarás que el punto está mas allá de la mitad de la recta, tienes más tiempo vivido que tiempo por vivir, a Sergio se le adelantó 3 años la crisis de los 40 y no lo estaba tomando demasiado bien, era divorciado y sus hijos no lo querían ver porque él nunca tuvo tiempo para ellos, la oficina y el trabajo habían consumido sus mejores años, estaba empezando a ver en su cuerpo las huellas que deja la juventud cuando ya se está marchando, Sergio ya no sentía que su vida era digna de ser vivida y en una tarde de calor intenso decidió terminarla, sacó libreta, lápiz y se dispuso a dejar una nota con unas últimas palabras que no le importarían a nadie.

«Mi nombre es Sergio Jimenez, tengo 37 y francamente hace unos años no me habría imaginado dejando una nota de despedida, admito que es algo patético pero no es mi mejor momento, al fin y al cabo escribo esto porque voy a suicidarme.

Realmente no es que me importe quién pueda llegar a leer esto, quizá sólo es un intento subconsciente de tener tiempo y arrepentirme de matarme pero entre más escribo más seguro estoy de que mi existencia es un chiste cósmico, como si fuese un personaje de alguna historia de un dios maligno. He dedicado media vida a trabajar en una compañía de seguros donde todos me aprecian para hacer mandados pero nadie me apreció jamás para un ascenso de cargo o un aumento en el salario, siempre me esforcé por ser el mejor de la oficina, por destacar como personaje proactivo, supongo que en algún punto me equivoqué o que algo hice mal, por eso estoy aquí ahora.

Fracasé en muchas cosas (apuesto a que ya lo imaginabas), mi esposa me abandonó a los 5 años de casarnos, decía que yo no le daba importancia a nuestro matrimonio, en el fondo creo que se fue por falta de buen sexo, las cosas como son, ella era joven, a pesar de haber tenido dos hijos conservaba un buen cuerpo y yo llegaba muy cansado del trabajo para satisfacer adecuadamente sus necesidades y ella consiguió a otro, le dió un padre nuevo a mis hijos, no luché por ellos, estuve ocupado (lo sé, ironías) pero de haberlo intentado ella no me habría dejado verlos, era una abogada, una muy buena en las demandas de paternidad y guardando rencor al hombre que «le hizo perder 5 años de juventud».»

En ese momento Sergio arrancó las hojas de su libreta, ya no le iban a servir como nota de despedida pues el papel estaba muy húmedo (estuvo llorando sobre lo que escribía) y el lápiz no se veía. Se lavó la cara, se tomó un café y logró serenarse, ya más tranquilo y con «energías renovadas» buscó un papel mas grueso, lapiceros, una segunda tasa de café y se dispuso a escribir por segunda su nota suicida.

«Mi nombre es Sergio Jiménez, podría escribir todo un libro enumerando las razones que tengo para quitarme la vida pero mi propósito es sólo dejar unos breves párrafos ¿de quién me estoy despidiendo? esa es la pregunta pero si nadie escucha una pregunta lanzada al aire o nadie lee la pregunta escrita ¿podemos decir que realmente se preguntó algo?, lo sé, es confuso, por eso no voy a responder.

Tengo una vida solitaria, puedo lidiar bien con la soledad, lo he hecho por mucho tiempo, no es eso lo que me obliga a tomar esta decisión, la mujer que fue mi esposa alguna vez me decía constantemente que yo era un hombre de mente débil, admito que tenía razón, he estado frustrado por mucho tiempo porque a pesar de haber dado mi mejor esfuerzo en el trabajo jamás recibí un ascenso, la frustración no es una sensación agradable y para mí se fue haciendo cada vez peor.

El mismo entorno y las mismas actividades por tanto tiempo te hace perder la noción de los días, todos te parecen iguales, supongo que fue esa monotonía la que me fue volviendo loco, frecuentemente llevaba trabajo a casa para terminarlo en la noche y con el paso de las jornadas empecé a escuchar la voz de mi jefe presionándome incluso cuando estaba en mi hogar, ahora siempre estoy cansado, siento que todo lo que hago es inútil, todo el tiempo estoy pensando en el trabajo, jamás me puedo relajar porque en mis días libres si estoy 20 minutos sin hacer nada me entra como un fastidio, siento que mi jefe me va a regañar y ocasionalmente efectivamente lo hace, recuerden que su voz me persigue donde sea, quiero descansar pero no es cuestión de tomarme unas semanas en la playa, quiero descansar para siempre, la vida no ha sido mi mejor amiga y sinceramente no la voy extrañar cuando me vaya.»

Sergio dejó una hoja cuidadosamente doblada sobre su mesa de noche, sacó un revolver de una gaveta y se pegó un tiro en la sien, murió sonriendo y manchando de sangre el papel que cuidadosamente había doblado. Después de muerto Sergio descubrió que al igual que la vida la muerte también es un sueño, en ese sueño Sergio era un hombre de 37 que durante los últimos 18 años había trabajado en una oficina de seguros 8 horas al día en un cubículo de 2.5 metros por 2.5 metros, estaba en esa edad…

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