Salve, mortales.

¿Mi trabajo? Tengo el cromosoma de la mala suerte incrustado en mi genoma. Presunción, arrogancia y aislamiento son las características de un buen Conde vampírico decadente, como yo.

Paso los veranos, recuperándome de la asfixiante canícula, en centros de aguas termales de Baden-Baden, lujosos sanatorios barrocos llenos de potingues y esencias; tomo las aguas en horario vespertino y por las noches me introduzco en un sarcófagorelleno con mi querida tierra eslovaca. Me atiborro de potingues antioxidantes de la Dra. Ilia Mureanu.

Ser inmortal no está exento de ir como un pincel. sufro anosmia. Me ha costado años labrarme una Marca Personal de Graf (Conde) descuidadamente desfasado, ya no puedo oler los espíritus florales del bosque, antes saboreaba ese olor a barro y légamo del Gran Río Danubio descrito en los cuentos de hadas de Andrew Lang.

Soy un autodidacta sobresaturado de sangre Cero positivo y eso tiene un coste. El precio de la Púrpura. Exploro la Gestalt de “un hombre conoce a una Dama”.

Paso otoños decadentes hoteles en Acapulco, observando a los clavadistas broncíneos y sus arterias hinchadas por el esfuerzo. ¿Me gustan las películas de gladiadores? Claro.

Los inviernos me recluyo en mi castillo de Kobyla.

Soy especialista en carótidas (Marcionni dixit); y estoy condenado a existir hasta el fin de los tiempos. Soy inmortal y por lo tanto los conceptos, compra en el supermercado, limpiar el polvo detrás del sofá, hipoteca, arregla el coche y pasa la ITV, …son temas baladíes e inconexos y nada significan. El deseo es mi principal fuente de inspiración. Veo un glóbulo rojo aislado y me pongo a 350.

Yo mido mi existencia por siglos. Procedo de una dinastía de Vampiros psíquicos. Eslovacos. Lo de transilvanos me irrita. Infundía maximalista pergeñada por un tal Bram Stoker, personajillo que me hizo mucho daño.

Nací en la bella ciudad de Preusseng, Eslovaquia. Repito: ES-LO-VA-QUIA. Relámpagos en forma de recuerdos…

Los auténticos vampiros psíquicos usamos las dulces declinaciones de la lengua alemana. Ese acento dulce y cadencioso del Alto Danubio.

Me gusta decirlo con el acento gutural del idioma alemán. Otros, menos puristas, llaman a m ciudad con el decadente nombre de…Bratislava. Un rancio abolengo. Mi capa es como la del personaje de la película “Las predicciones de Croiswell”. Un mago con mucha pluma y con capa de lentejuelas y sombrero frigio. Adivinaba el futuro, con estilo vanguardista, tenía una oratoria vibrante y demostraba una confianza, una Marca personal portentosa. Fue mi padre adoptivo el que me enseñó achupar. Le conocí en una Feria en Biloxi, Mississipi.Llevaba un carromato lleno de cachivaches, crecepelos, remedios mágicos y demás parafernalia. Era barbero-cirujano y yo, que era joven e inexperto, necesitaba el dinero. Me presté al deleznable espectáculo de hacer sangrías curatorias a gordos hipofisarios, a hipertensos con exceso de fluidos y gente con hemocromatosis que se beneficiaban del efecto positivo de una sangría controlada.

Era un contrato basura, pero “es lo que hay”, en ésa época, sin experiencia laboral, te agarras a cualquier yugular para sobrevivir.

Posteriormente me independicé y me hice autónomo. Una decadente y continua búsqueda de presas. Pero mi estatus subió. Antes de salir de marcheta nocturna, ponía los Preludios opus 32 de Rachmanimoff a toda mecha en el castillo, para coger moral de combate.

Mi zona de caza es un ecosistema, un hábitat natural alrededor del Castillo de Debinska Kobyla. Pero últimamente, dada la escasez de damas disponibles, cada vez tengo que efectuar vuelos más lejanos en búsqueda de pálidas señoritas a las que desangrar.

Los condes vampíricos salimos de fábrica con una autonomía de vuelo de tres kilómetros, siempre y cuando volemos a una altura no superior a treinta pies y no nos pasemos dándole al puño, con la capa color morado flaaaaaaameando al viento. Con la ITV pasada y , sobre todo, no hacer locuras. Acrobacias, las justas. Ponle freno. (Cuña publicitaria)

Esta particularidad o hace que cada vez me cueste encontrar el plasma nuestro de cada día. Hace poco tuve una near death experience. Estaba priápico perdido. Llevaba dos meses sin clavarle el colmillo a ninguna damisela.

Noche vetusta de viento y granizo, pero el mundo se salió de su eje cuando la vi entrar en la whiskería “Zum Teufel”, una boite en el Casco Viejo de Bratislava.

Era una bella y lánguida señorita. Una sílfide. A las once, soy un monje, pero a las cuatro de la mañana tengo las feromonas desmadradas y le entro a rubias con parafasias.

Mis pupilas se pusieron de color rojo cuando la detectaron mis radares. Una Betsabé que busca bohemios.

Una presa fácil; puse en la copa de cristal de bohemia unas gotas de burundanga y ella…se desvaneció.

Se desplomó dulcemente sobre la cama King size con brocados de oro y seda.

Hice una cita elegíaca, solipsista y misógina y empecé a succionar ávidamente de su arteria meníngea media.

Poseo poderes proféticos. En un intervalo lúcido vi que esa sangre emitía una vibración malvada. Esa sangre estaba contaminada. ERA UNA VAMPIRA. Elizabeth Batory, la asesina de vampiros.

Me estaba intoxicando pues los anticuerpos anticrapulina estaban actuando con rapidez, destruyendo mis organelas, y desmembrando mi cuerpo serrano.

Salté hacia atrás. Reconocía a la vampira, que se rió lúgubremente. Batory, la Condesa. Renuncio a volver a escribir los epigramas obscenos, los ripios ajados y frases de clichés de escritor de series de TV tipo crepúsculo que le dediqué.

La afeé su conducta, pero ella me sonrió, lasciva. Luego me enseñó un cartel escrito en letras Violáceas (Góticas). NO es NO.

Mis películas nunca estuvieron a la altura de los tráileres. Salí cortando, aturdido, desquiciado y con nuevos elementos hetero sexistas en canal. ¿Logré salvar la vida? Claro, coño, soy inmortal. Hice voto de supervivencia en nombre de la apostasía.

Siempre consigo lo que quiero, pero siempre me cuesta mucho conseguirlo.

Y tengo una eternidad para ello. Amantes de la voluntad fuerte en pleno Sturm-und-drang. Respetad a las mujeres.

Ése día aprendí la lección para siempre: NO ES NO.

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