Una Historia de vida y de trabajo

Una Historia de vida y de trabajo

Una historia de vida tomada desde el aspecto laboral, sus motivos, sus vivencias, trascendencia, evolución y final.

En el año 92, pleno auge argentino de la dolarización, no estuve exento de ser una de las pequeñas empresas que fue absorbida y disuelta por una dolarización que nos llevó a muchos a la absurda desaparición.

Habiendo sido siempre muy amante de las herramientas y la tecnología, solo encontré refugio en la soledad del trabajo artesanal, soledad, en la que el fracaso y la necesidad, me llevaron a buscar recursos para sacar adelante una familia con muchos deseos de capacitarse y prosperar, así fue que comencé una estrecha relación con mi ser interior, de a poco, la soledad se convirtió en una adicción, la relación entre mis proyectos y mis manos, comenzaron un idilio que no solo me concedió colmar mi pretensión de supervivencia, sino que además, despertó en mi el arte de poder usar todo esto como forma de expresión. Primero, sacarme la bronca y la desesperación, manifestar mi repudio por la demagogia, la mentira y la descarada manipulación.

Tuve que alternar con trabajos de herrería para poder lograr el día a día, pero el arte cada vez más se hacía carne en mi. Descubrí que en la relación entre mis pensamientos, los proyectos y mis manos, llegaba a una situación que no conocía, ya podía hacer lo que quería, como un flujo imparable, derramado de mi mente hasta llegar a la obra encarada y pretendida.

A la pérdida de mi padre, me invadió la tristeza, no entendía como en su agonía, a la que acompañé casi todos los días, no se me había ocurrido sacarle muestras de sus manos, alguna fotografía, a esas manos que el tanto había usado con toda sabiduría y que yo en el hierro plasmar en su honor hoy pretendía. Así fue que entre lágrimas y memoria concebí este valioso recuerdo, la mano de mi padre que yo tanto admiraba y quería.

Habiendo calmado mi necesidad, un taller pequeño robado a espacios familiares, solo con mis amores, herramientas y materiales me aboque a trabajar para lograr el sustento familiar, entre hierros, rejas y máquinas, cada día aprendía más, manos rápidas, precisas, que se movían a gran velocidad, no tardé en entender que eso se debía a saber lo que quería hacer, lo que pretendía lograr.

El vinculo entre mis manos y el cerebro, estrecharon distancia, era demasiado lo que podía lograr para el trabajo que me solían dar y encargar. No tardé en descubrir de que otra forma podía hacer y trabajar, avanzar, prosperar.

Entre artesanías y esculturas, encontré la envergadura de poder diseñar máquinas, herramientas, fabricarlas, venderlas y ganar mucho mas.

Y así, entre tiempo y tiempo, entre tormentas y vientos, mis hijos fueron creciendo, se fueron recibiendo y yo, de a poco comencé a entender la diferencia entre ganar y triunfar, estaba viendo y descubriendo el valor de mis esfuerzos, de tantas horas de preocupados pensamientos, solo distraídos por la tarea de nuevos proyectos o casuales descubrimientos, la suma de angustias y ansiedades, fueron fortaleciendo el placer de grandes soledades.

En el taller, con mis cosas, con mis intimidades, solo yo y mis verdades, comencé una amistad con mi pasado, al cual tanto había reprochado y duramente sentenciado, a estas alturas, poco a poco, me estaba siendo perdonado.

La libertad que había logrado en una vida de aislamiento, lejos ya de tantas personas que en el pasado, triunfador me habían rodeado, hoy, mas calmo, contemplativo, de cierta forma agradecido del sinceramiento logrado, las falsedades e hipocresías en el pasado habían quedado. en mis adentros sentía talento, haber crecido, mejorado, y sin dar lugar al fracaso, poco a poco fueron llegando esos años esperados.

En mi taller, poco había cambiado, algunas herramientas nuevas a las que ya me había acostumbrado, haber crecido tanto en edad y sentirme cada vez mas vigente, por saber y actividad, requerido en mis proyectos, en los productos que de a poco fui logrando, en cada cosa mejorando y sin querer, nuevamente llego el amanecer. Lejos sentía de envejecer, todo era poder, mi cuerpo respondía a cada cosa que debía, los proyectos desbordaban, a cada uno terminando, nuevos se sumaban, a veces, el temor me avasallaba, temía fracasar pero el material y la herramienta, no dejaban de enseñar y a cada cosa que aprendía nuevas ideas venían a sumar. Sabía de antemano que La suma de proyectos al fracaso, a la vejez, no daría lugar.

y así emprendí una madurez, que tanto a Dios solía reclamar, llegar a la vejez, dinámico, activo, con proyectos, los sentidos abiertos hasta cuando él, de la vida, ordene descansar.

Gabriel Horacio Lataza Lanteri ( LataLante )

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