Juan Cruz subió al camión rumbo a su nuevo trabajo justo cuando un ladrón les arrebataba el dinero a los pasajeros. Juan Cruz le reconoció y le dijo:

-¿Otra vez tú, carnal? Te pasas de lanza, pinche vecino culero.

-Ya sabes, vecino: las malas mañas del barrio.

Y se bajó del microbús corriendo tras quitarle el dinero también a Juan Cruz. “Me lleva la chingada. Ahora tendré que trabajar horas extra para recuperar lo que me robaron”, pensó y luego se rascó la axila y después las nalgas y continuó su camino. “¿Qué me va a decir Eréndira cuando me vea llegar a casa sin dinero otra vez? Puta suerte que me tocó.”

Juan Cruz llegó al trabajo justo cuando el jefe de la fábrica de zapatos anunciaba por el altavoz:

-Señores, atención, por favor. Gracias a los nuevos contratos firmados por el país y por el dueño de la marca, ya no podemos competir contra esos putos chinos y hemos quedado en bancarrota. Por favor, desalojen la fábrica.

-Pinches chinos- dijeron los trabajadores mientras se marchaban poco a poco.

“Me lleva la chingada. Ahora tendré que buscar un nuevo empleo”, pensó Juan Cruz y luego se rascó la axila y después las nalgas y al fin se marchó de la fábrica. “¿Qué me va a decir Eréndira cuando me vea llegar a casa sin dinero y sin trabajo otra vez? Puta suerte y puta vida que me tocó.”

Juan Cruz caminaba de vuelta a casa cuando unos policías lo aprehendieron por parecerse a un fulano que asaltó a un microbús.

-No fui yo, fue mi vecino- les dijo Juan Cruz.

-Mire, canijo- le contestó un policía- flojito y cooperando y verá que pronto lo dejamos.

Y lo catearon, pero no hallaron nada qué robarle; entonces lo subieron a la patrulla y le bajaron los pantalones y lo arrempujaron contra el vidrio de la puerta y luego lo aventaron sobre la banqueta de alguna calle en la ciudad. Juan Cruz se rascó la axila y después las nalgas, se subió el pantalón y bajó la mirada mientras retomaba su camino de vuelta a casa. “Ya no sé qué puedo hacer. ¿Qué me va a decir Eréndira cuando me vea llegar sin dinero, sin trabajo y con mi ano expandido otra vez? Puta suerte, puta vida y puta Eréndira que me tocó. Ella bien a gusto en casa. No quiero oírle ninguna queja porque la madreo, otra puta vez.”

Eréndira, mientras tanto, cocinaba con pánico porque en cualquier momento llegaría su marido. Qué pena que no había nada en casa para cocinar otra vez.

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