No lo podía creer, debía darse prisa. Su confianza en que saliese bien iba medrando poco a poco. No llegaría a tiempo. Prefería la demanda más complicada, el peor caso, la alegación más complicada o el juez más severo, a una situación como esta. Corría por el pasillo, la corbata le atenazaba la garganta y comenzaba a sudar ligeramente bajo el traje oscuro. Los zapatos le estaban provocando una pequeña rozadura, pero no podía pararse.

Maldita sea – murmuró entre dientes al llegar. Siempre le ocurría, siempre llegaba tarde y las mejores togas del colegio ya estaban pilladas… Esperemos que ésta, casi a la altura de sus rodillas y de una fina tela de dudoso olor, lograse conquistar al Jurado.

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