Platillos voladores

Platillos voladores

Johana M. R. C

22/03/2018

Trabajar para una línea aérea en un aeropuerto conlleva mucho esfuerzo, dedicación, laborar cuando el resto del mundo está de vacaciones, madrugar o trasnochar, quedarse más tiempo si un vuelo se demora, manejar largas listas de espera, tratar a pasajeros muy amables o muy pedantes, afrontar las temporadas altas con valentía y poner la mejor cara a pesar del cansancio o de los gritos de los usuarios.

Una tarde de julio, en plena temporada alta, la lista de sobreventa era muy larga y había muchos niños sentados lejos de sus padres, nos tocó a varios de los empleados entrar al avión a reacomodar a los pasajeros con este tipo de eventualidades, nos ganamos una serie de improperios por solicitar cambios de asientos, otros estaban más dispuestos a colaborar, el avión estaba completamente lleno y particularmente me estaba empezando a desesperar, me sentía muy frustrada de no poder ayudar a todos los que estaban teniendo problemas con sus sillas.

Éramos cinco empleados de tierra metidos en el avión haciendo todos los arreglos, nos llamaron por radio para avisarnos que ya estábamos llegando a la hora del cierre de puerta cuando una señora levantó la mano, uno de mis compañeros se acercó hasta su asiento y le preguntó si ella también tenía problemas con su asignación, la pasajera, con un sentido muy agudo de lo urgente, le indicó que sí tenía inconvenientes porque eran seis miembros de una familia, todos adultos, sentados juntos, tres en esa fila y tres en la fila de atrás pero todos querían ir sentados en ventana.

Lo confieso, mi cara de indignación fue evidente pero mi compañero se repuso más rápido que yo a la insolencia de la dama en cuestión, tanto que enseguida le contestó: «no se preocupe señora, en lo que comencemos a volar platillos voladores, la contactamos.»

Nos llamaron por radio para abandonar el avión inmediatamente, salimos corriendo y dejamos a la señora sentada en su silla con cara de confusión. Estoy segura de que cuando finalmente entendió lo que mi colega le dijo, se molestó. Yo, me río mucho cada vez que me acuerdo.

Johana Milá de la Roca C.

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