Esta es la historia de Rafael Cardona un viejo de aspecto endeble nacido en Costa Rica, con esa sonrisota que dejaba entre ver un diente de plata y que le faltaban otros dos, con cayos en las manos y en los pies, conocido en todo el barrio como el que todo lo sabe, un hombre digno de admirar, que no se rindió nunca en su soñar.

Rafael vivió una niñez difícil, huérfano desde pequeño, con una Tía de Apellido Dolores, una mujer depresiva, dolorida por los golpes que le había dado la vida y aficionada al bingo. Rafael debia hacerse cargo con apenas 12 Añitos de una granja. Desde pequeño Rafael conoció el trabajo arreando vacas y caballos, cargando agua y limpiando zapatos, trabajando en talleres, etc. Todo lo que Rafael deseaba era ganar dinero para poner su restaurante, le hacia especial ilusión ser jefe de uno, brindar comida a todo el que la necesitara, un niño de gran corazón que había hecho de todo un poco.

Con el tiempo Rafael a la edad aproximada de 20 años se fue a vivir a una ciudad cercana para seguir trabajando, sin saber nada de nada, pero haciendo de todo. Comenzó a trabajar con Jesús Lombardi un tipo de apariencia modesta, pero con unos bolsillos repletos. El señor Lombardi era dueño de dos mercados pequeños que eran de los mas reconocidos de aquella ciudad. Gracias a la astucia de Rafael, las palpables ganas que tenia de trabajar, y agregando que su Tía tenia una especial relación con el señor Lombardi, fue tomado en cuenta por recursos humanos, debido a que no tenia ningún tipo de conocimiento académico, el único puesto que le podían ofrecer era auxiliar de almacén (Cargando 500 cajas diarias), a pesar de que era un trabajo arduo y realmente complicado Rafael siempre tuvo claro que no importaba la dificultad, el mero hecho de estar laborando ya era un gran logro para él.

Pasaron ocho largos años y Rafael seguía trabajando para el señor Lombardi, ya para este tiempo tenia un conocimiento de casi todas las áreas del mercado; producción, zona de mantenimiento, zona de servicio, zona de carga, tenia una referencia de absolutamente todo. Al margen de esto, el crecimiento para él era prácticamente nulo, aunque sabia hacer de todo un poco en el mercado nunca se le dio la oportunidad real de seguir creciendo, año tras año se le prometían puestos, pero al final esas palabras se las llevaba el viento, como dicen por ahí : «Lo que no se escribe con tinta china, el tiempo lo borra y muy deprisa». A Rafael le importaba poco su cargo o su área, mientras aportara un granito de arena y le pagaran lo suficiente para poder seguir soñando con su Restaurante, para él era lo mas importante.

Dos Años mas tarde el señor Lombardi vendió el mercado a unos turcos que querían demolerlo para construir unos moteles, como la ubicación era prácticamente a la orilla de la ciudad y transitaban muchos vehículos, pues era una oportunidad de conseguir muchas personas que venían de pueblos cercanos, y que normalmente se alojaban en la ciudad. Este cambio de propietario obligo a que el 85% de los empleados quedaran desempleados, incluyendo a Rafael Cardona.

En esta etapa de su vida Rafael vivió un símil de lo que había pasado en su niñez, pero como había adquirido habilidades la mayoría técnicas, pues le sirvió como propulsor en su mismo barrio para poder desenvolverse en el día a día.

Rafael comenzó haciendo trabajo de carpintería, ebanistería, reparación de refrigerantes, desabollador de autos, mezclador de cemento, etc. Increíblemente este hombre empezaba a hacerlo todo, por esto una señora llamada Marissa de algunos cuarenta y tantos años, de piel rígida, mano tosca, y unos ojos negros enormes, una tarde en la que Rafael revisaba el motor de una planta, esta señora Marissa de repente le vocifero: «Todólogo, todólogo, necesito que me revises el televisor», Rafael miro hacia donde se escuchaban estos gritos casi inaguantables y solo le quedo cerrar el puño de su mano derecha y subir el dedo pulgar en señal de aprobación, y la señora Marissa muy picara, le pico un ojo acompañado de una leve sonrisa, y Rafael sin mas volvió a la labor. Mientras terminaba de reparar el motor, no se le salia de la cabeza el termino que había utilizado la señora Marissa: «Todologo», y en si mismo dijo: «Claro eso es lo que soy alguien dispuesto a hacer todo por todos».

Pasaron los años y todo seguía igual, Rafael Cardona ya era alguien bastante adulto con canas notables en su cuero cabelludo, había perdido dos dientes por descuidos higiénicos, se podían ver unos ojos cansados de una vida llena de afán. La vida al fin después de tantos años le brindaría una sonrisa a Rafael, haciendo un trabajo de esos que hacia él, un señor el cual lo estimaba mucho se acerco para hacerle una propuesta que sin duda daría un giro en la vida de Rafael, el señor era Lucas Hernández un viejo alto, moreno, de una barba blanca y frondosa, con ojos color miel que en contraste con el sol parecía que brillaban como oro, el señor Lucas sabia del deseo tan grande y casi obsesivo que tenia Rafael con tener su restaurante, con lo cual le propuso lo siguiente: «Rafael amigo mio, he cobrado una herencia de un tío y la verdad sabiendo que soy un bebedor y fumador empedernido pues no quiero mal gastar lo único que tengo, quiero que juntos pongamos ese restaurante del que siempre hablas», Rafael con una expresión en su rostro indescriptible por la emoción que tenia en ese momento, se le salieron cuatro lagrimas y limpiándolas le dijo a Lucas: <<Querido Lucas, no tengo palabras para este gesto, y claro que estoy de acuerdo en que seamos socios, pero te podría yo pedir algo mas>>, Lucas sorprendido le dice: «Claro, dime», a lo que Rafael dice: <<Se llamara Restaurante El Todólogo>>.

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