Libertad indefinida

Libertad indefinida

Frau Bosch

02/05/2022

Estimado Emilio,

Vengo a explicarle el verdadero motivo de mi ausencia, aunque dudo que me crea.

El martes por la mañana, mientras usted dictaba sin descanso las tareas de otra jornada interminable, confieso que cerré los ojos un minuto. De repente, un golpe húmedo en la cara me arrancó del sueño. Miré a mi alrededor y nadie parecía haberse dado cuenta. Creyendo estar aún dormida, vi un pez coleteando sobre mi teclado. A pesar de lo escurridizo, lo cogí entre mis manos, dispuesta a improvisar una pecera, pero una ola salió de la pantalla y la corriente de resaca lo arrastró consigo.

Escurrí la ropa en el baño, llenando el lavabo de piedrecitas y caracolas.

Volví a mi puesto en ropa interior. Al sentarme, mis pies se hundieron en arena cálida, y una brisa marina hizo danzar mis cabellos al viento. Frente a mí, la playa paradisíaca del fondo de pantalla de mi ordenador, cobraba cada vez más vida.

Cegada por los rayos de sol, la oficina se me antojó aún más monótona y gris.

Derribé de un manotazo las altísimas torres de hojas apiladas y cerré los ojos, esperando, impaciente, la siguiente ola.

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