Querido amigo,

La ciudad es impresionante. Ha superado todo lo que imaginé. He tardado en escribirte porque aquí el tiempo se evapora entre las manos. Trato de pisar las horas para retenerlas, y escurridizas ellas desaparecen. El café es mi vecino de abajo y el insomnio el de arriba. Al primero lo busco yo, el segundo ha comenzado a perseguirme. He tardado en escribirte porque lo he alcanzado todo, porque las manos me tiemblan de aferrarse a la grieta en la pared de la conquista. He tardado en escribirte porque todos los días pasaba delante de un escaparate que me hacía cruzar de acera. Sin embargo, hoy estoy aquí, delante de este frío cristal, quieta, sonriendo, con los ojos ensombrecidos clavados en mi reflejo. He tardado en escribirte porque hasta hoy las palabras no me han permitido contarte la verdad.

No tardes tú en responderme desde esas sencillas calles, donde uno se siente grande. Donde el tiempo no se mueve, y donde el éxito es ver mi escaparate como un mero espectador entusiasmado por comentar el final de la película.

Ana

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