Querida yo…., 

fuiste una niña hace mucho y quería abrazarte desde el hoy, porque el pasado ya es historia… No supiste decirle a nadie que el amor que requerías lo almacenabas en pequeños gestos cotidianos y que anhelabas más abrazos y más caricias paternas, soñándolo lo escribías en un diario de hojas amarillas.

No eran suficientes el cobijo de la casa ni la comida en el plato, querías una mirada, una sonrisa un alago, un gracias hija!!!…., por vivir, por hacer de esta vida mucho más completa en tu compañía. No querías joyas ni grandes viajes, querías sólo un abrazo y un perdona… No sabemos como padres primerizos, no sabemos papa y mama, cómo se arma un hijo con la fuerza de un Dios. Y soy tan blanda, tan sensible, tan ignorante, que lloro en la oscuridad de la noche y en la luz de la mañana, pensando que soy culpable de ser humana, de no ser la hija perfecta a la que abrazar… Soy culpable de querer a un padre con menos ego y más corazón.

Te abrazo, querida yo.

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