Eras muy grande, o tal vez demasiado pequeño, pero ambos fueron condenados al exilio.

Rompieron muebles, mordieron tobillos, jugaron como cachorros y el frágil amor de sus dueños se rompió.

No sirvió su mirada bondadosa, ni su belleza pizpireta, ni el amor que se escapa por sus poros, ni las promesas de fidelidad.

Fueron condenados al purgatorio y vieron morir a muchos hermanos.

Ahora juegan y muerden tranquilos en los brazos de otro amor.

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