Lenù,
Estuve paseando por las calles de Florencia la otra tarde y no fui capaz de llamar a tu puerta. Me convencí de que estabas ocupada y que no debía molestarte, pero en realidad estaba aterrada por la revelación que sucedía cada vez que hablaba contigo: la epifanía de lo que la vida podría ser.
Soñé con personas en blanco y negro y resultaron ser fantasmas; la vida era esto: hacer lo que otros no pudieron, ser la amiga estupenda y exiliar el pueblo de tu cuerpo, hacer pasiones y encontrarlas en el amor por tu tierra o el hogar de otro, anexarte al mundo con todas las versiones que te renombran y viene del dolor y el sudor que yo nunca tendré, leer a los grandes y trabajar en escalas más pequeñas, excederte en ropa y complementos cuando las vías públicas lleven miradas lascivas al escote donde deberían estar tus derechos, tener miedo a morir o saber que puede ocurrir despacio y no conoces formas de bailar lento, ser mujer, ser cualquiera.
La vida es esto si consigues superar todas las cartas que no podrás escribirle al mundo.
Espero volver a llamar a tu puerta alguna vez,
Ro.
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