«Yaya», no estoy segura de que las postales lleguen al cielo, pero en mi intento furtivo de alcanzarte más allá del pensamiento, te escribo para sentir que solo estás a una corta distancia de mi.
Te cuento que por aquí aún sigue tu jardín intacto, el que cuido con amor y del que he regalado algunos brotes nuevos a quien lo va necesitando. Siempre intentando regalar amor, felicidad y fortaleza a quien lo reciba.
Hay tardes en las que me tiro debajo de la enramada en flor y abrazo su fuerte tronco torneado, extrañando cuando lo hacía en tu regazo. Ese lugar en que aún siendo una mujer adulta me sentía tan en paz. Y cerrando mis ojos te siento ahí, abrazándome con ternura.
Han pasado un par de otoños ya sin tus canciones tarareadas a los hibiscus y rosales; esas que intento reproducir muchas veces sin éxito, pero de las cuales estoy completamente segura que cada planta, insecto y ave de nuestro jardín entiende y recuerda.
Espero que esta postal llegue al cielo y te sientas felíz de que tu legado sigue presente en mi corazón, porque en definitiva, me regalaste la verdadera esencia de la vida.
Te amo.
OPINIONES Y COMENTARIOS