Caperucita crecía y estaba harta de su cuento. “Cuanta inconsciencia” decía. “No quiero atravesar el bosque, no quiero exponerme a peligros ni discutir con mamá todos los días”. “Yo lo que deseo de verdad es aprender a escribir historias”. Acudió a un taller de escritura creativa. Muy ilusionada abrió la puerta de aquel lugar importante para ella. Lo impartía el lobo, estaban los leñadores, la abuelita y su madre. Se quitó la caperuza, ocupó una esquina discreta y se sintió totalmente atrapada.

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