Mi cuerpo no era libre, mis pensamientos sí.
Dispares en edad y conocimientos sobre el arte de escribir comentaban géneros de escritura, en desaliento permanecí hasta el final: yo no «escribo», sólo es mi forma de saber que estoy viva.
Mis hojas participaban del mundo. Deseaban socializar, charlas de café, viajar, amar, ser militantes, ¡libertad!
La palabra potenciar tenía personalidad, a pesar de ser esquiva, fue noble para obsequiar alas de tinta a mis hojas y a mí hacerme caminar.
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