El caldo verde
Ahí estábamos, cuatro desconocidos compartiendo coche rumbo a Asturias. Yo, Dani, me ofrecí a conducir porque, bueno, ¿cuánto peor podría ser que un viaje en tren abarrotado? Craso error. En el asiento del copiloto iba Ana, una profesora de yoga que no dejaba de intentar que todos hiciéramos ejercicios de respiración. «Inhalad por la nariz,...