En busca de la rueda perdida
A las seis y media de la tarde, ya era noche cerrada aquel miércoles de diciembre. Iba de paquete con otras dos chicas en un blablacar desde Santander hasta Burgos. Conducía Marisa, que había accedido a dejarme en mi pueblo, a cinco kilómetros de la ruta. Estaba agradecidísima, ningún transporte público podía acercarme tanto. Ana...