Acta del jurado de Historias de familia III

EN MADRID, A 31 DE ENERO DE 2017

Un jurado compuesto por miembros del equipo docente de Talleres de escritura creativa Fuentetaja presidido por Enrique Ferrari ha decidido conceder los siguientes premios y menciones (con un comentario con los aciertos de los relatos y los aspectos que podrían contribuir a su mejora). El jurado lamenta haber tenido que excluir varias obras de indudable calidad -es el caso, por ejemplo, del trabajo de Lucía Cuevas- por no haber cumplido con el requisito mínimo de votar al menos 10 obras para poder acceder a los premios.

Primer premio

dotado con 1.000 euros en metálico y la publicación de su obra

Carlos Valenzuela Cordero, con “Dos chivos y cuatro yeguas

El texto tiene varios méritos indudables. Bien escrito y con una estructura audaz, destacamos dos: El desarrollo y convergencia de las dos historias (las dos familias) que reconstruyen la genealogía del narrador, muy trabajadas, muy medidas, con un tono que prima lo informativo sobre lo emocional. Y los dos niveles con los que construye el relato, con las digresiones que le permiten los bocadillos para hacer de la escritura del texto un ejercicio más consciente de sí mismo, con un peso (o al menos una visibilidad) mayor del narrador.

 

Premio al lector más destacado

dotado con un bono canjeable en publicaciones o talleres de Fuentetaja por valor de 100 euros

Juan Beneito Abellán

Sus largos y numerosos comentarios lo muestran como un lector generoso (con su tiempo y con sus valoraciones) y perspicaz, con sus observaciones vitales pero también con sus anotaciones propiamente literarias: con las que comenta con criterio los elementos de las obras que mejor funcionan y comparte con sus autores referencias literarias o cinematográficas que puedan serles de utilidad.

 

Finalistas elegidos por el jurado

Junto a los ganadores del primer premio y del premio de la votación popular, las obras de los finalistas serán preseleccionadas para la publicación de un libro electrónico colectivo. En el acta aparecen sus nombres por orden alfabético.

 

Alejandro Martínez, con “Callado y lento

Lo mejor del relato es su recorrido, hecho de pequeñas transiciones, para llevar al lector al momento que recoge la foto, en la que el propio narrador se reconoce como personaje. Con un tono muy trabajado, sincero, emotivo, pero contenido, reconstruye con unas pocas anécdotas -banales pero muy reveladoras- la vida y carácter de su abuelo (callado y lento), que, con su muerte en la historia, cede el protagonismo a su familia para cerrar el relato con el momento en que lo despiden.

 

Alfonso González Leal, con “Pastora

Es un texto duro, sin concesiones, con una atmósfera y un tono desoladores: obvio en el desenlace, en el giro con el que la hija querida pasa a ser una desconocida, con esa distancia enorme que separa a ambas entonces, y los hechos que se suceden al final, pero también antes, en el fluir de esa confesión y desahogo de la madre (que el lector lee al principio descontexualizada) en la que hay tanto odio, y reproche, y nostalgia. Bien trabajado, con una tensión que resulta eficaz, aunque algunas imágenes y recursos parecen demasiado convencionales.

 

Carmen Álvarez, con “Nosotrxs jóvenxs y huérfanxs

El relato tiene altibajos, con una reflexión a veces demasiado gruesa, hecha de argumentos que resultan manidos, pero el tono introspectivo, sincero, muchas veces audaz, le dan al narrador una voz atractiva, muy sugerente. De hecho, la reflexión misma tiene algo de biográfico que conecta bien con el final del relato, donde lo personal se impone a lo abstracto de la reflexión, con los perfiles de su familia: un conflicto intergeneracional que, con el recuerdo de su padre (más ambiguo, con más aristas que la madre), le permite ahondar también en sí mismo, en su identidad como respuesta o reacción a las expectativas del entorno inmediato.

 

Carmen Bartolomé Asurmendi, con “El taller de tonelería de mi abuelo

El texto, amable, no demasiado ambicioso, tiene como punto fuerte la sinécdoque del principio con la que asocia al abuelo a su trabajo y su lugar de trabajo, que la narradora recuerda de su niñez: ese taller de tonelería que le permite recuperar primero la vida y carácter del abuelo y, desde él, una genealogía de emigrantes que lleva hasta ella misma. Algunas digresiones entorpecen el hilo conductor del relato, pero la cadencia con que recorre la historia resulta efectiva.

 

Clara Jarbolés Pellejero, con “El frío y los nervios

Es interesante cómo se organiza el texto: su apariencia es casi anárquica con los saltos entre las historias y los personajes, pero resulta eficaz, como si cada una de ellas fueran los distintos flancos para abordar la vida de su padre, al final con los recuerdos del propio narrador, lo que hace más cercano al protagonista. Bien escrito, su narración es ágil y sugerente, con anécdotas bien seleccionadas y un buen inicio, con ese recurso con el que el narrador reconoce haber obtenido nueva información con la que poder corregir la historia que había conocido hasta entonces, un hallazgo que coincide más o menos en el tiempo con el fallecimiento del padre.

 

Gelines del Blanco Tejerina, con “Mi abuela Julia, la soltera

La aparente contradicción del título (al menos social, en el contexto en su tiempo) funciona de ovillo de un texto bien trabajado, de gran calidad, con varios elementos valiosos, como el paralelismo entre el viaje físico y el viaje sentimental del narrador, a Las Muñecas y al pasado de su abuela, que recupera al heredar la casa y los diarios de esta tras su muerte. El relato supone un progresivo descubrimiento del personaje para dar una respuesta al título y deshacer la paradoja, para lo que, con un ejercicio de intertextualidad, el texto pasa a tener un segundo narrador: Julia, que escribe en sus diarios directamente su historia de amor truncado y su embarazo y su condición de madre soltera.

 

Ignacio Muñoz Delgado, con “El destino

El relato, simpático, intrascendente, irónico, le permite al narrador recrearse en la propia narración, sin prisas por llegar al desenlace, exhibiendo músculo con algunos recursos estilísticos que le funcionan muy bien para colocarse, como narrador y como personaje, en el centro del relato con las idas y venidas de la decisión de su nombre. Que narrador y autor coincidan y que, por tanto, el lector pueda prever desde el principio el nombre final, es una cuestión extratextual de la que no tiene culpa el relato.

 

Ignacio Romero Laviña, con “El tangerino

El texto se desenvuelve bien con el suspense, de un lado pausando el ritmo de la narración con el alzheimer del padre y los acontecimientos que se suceden en ese segundo tiempo del relato, el último verano del padre, con las interrupciones de su cuidador y el destinterés general de la familia, y del otro las fotografías y el interés del narrador por hurgar en su memoria para saber quién fue el tangerino. Entrecortadamente, inconscientemente, el padre acabará confesando, a medias.

 

Inti Martínez Gaytán, con “Diciembre, la navidad de los ateos

El primer párrafo, al menos la primera frase, es demasiado artificioso, queda forzado, tanto que es incluso difícil de entender. El resto del relato es muy bueno, con una prosa excelente que trasmite la emoción y el desgarro de un diálogo que a la fuerza tiene solo una dirección: el hijo le habla al padre muerto cuando él era todavía muy pequeño. Pero, junto al padre, como tema está el ejercicio del propio narrador por buscarse en el padre, en sus principios, en su lucha, y su necesidad de volver al pasado para pasar página y poder mirar adelante, ahora que también él es padre.

 

Juan Cristóbal Espinosa Hudtler, con “La equivocación

Texto potente, bien escrito, bien medido, también cuando mezcla las ensoñaciones del torturado, que son los recuerdos de su vida, con el momento que sucede a la tortura, o cuando remite a Cuauhtémoc, con su sufrimiento paralelo. El relato, en principio la historia de un secuestro (fruto de una equivocación, de ahí el título), se desvela como un capítulo en la existencia del tío del narrador: casi principio del fin, el primero de varios hechos lamentables que lastraron su vida.

 

Juan Cruz Lara, con “La familia es lo primero

El relato tiene dos partes bien diferenciadas: una primera, que resume la vida de la protagonista, volcada en su familia, y una segunda, en la que con un giro indica las nuevas condiciones (lastimosas) que tiene que asumir al ser trasladada su pareja. El texto está bien escrito, es sugerente, busca el suspense, aunque también tiene limitaciones, principalmente su falta de claridad, ser tan oscuro (sin razones de peso) con la información acerca del nuevo destino, la nueva vida que les espera y las condiciones del chantaje.

 

Julia Lucas Sánchez, con “In-pactos

Un buen texto, en el que la indignación de la narradora se vuelve humor (¿negro?). Con una estructura eficaz, y un comienzo prometedor, la imagen inicial de la protagonista enfadada ante la tumba de su paciente va aclarándose con el relato de la historia inmediatamente previa (de amor), marcada por dos engaños: el de él, por haberle hecho creer a ella que a su muerte sería su heredera, y el de ella, por no acabar con su sufrimiento anticipadamente.

 

Julián Collado Morales, con “Cartas de un abuelo políticamente incorrecto

En los márgenes del género epistolar, el texto es un ejercicio de confesión o desvelamiento de un abuelo a su nieta: no tanto sobre su abuela, como indica al principio, como sobre la historia de amor que unió a ambos un tiempo: una historia que se recrea en lo sexual y en la tórrida atmósfera del París libertino que asediaban los nazis. Con todo, la voz del narrador, con su tono irónico y desvergonzado y el buen uso de los bocadillos, trasciende a la historia.

 

Mar Rodríguez, con “Refugio

Un texto bien trabajado, con una prosa muy medida: con las frases cortas, casi filosas, para ir dando noticia de una situación que en su clímax, con todos los personajes al límite, se vuelve confusa al estar el narrador en un estado de semiinconsciencia. Bien escrito, capta con destreza la atmósfera épica de la montaña, la angustia de perder el control de la situación. Pero también, por debajo de la acción de rescate, plantea un ejercicio de reflexión sobre la familia, con sus deberes y riesgos, más explícito en la última parte del relato.

 

Mónica Lozoya López, con “De purísima y oro

La historia de Luciano, comprimida en una sola jornada, posiblemente el día en que muere (hecho que no se concreta en el relato), apunta a la bisagra que une la realidad durísima y los pequeños sueños que permiten sobrellevarla. Ambientada en la España rural de la posguerra, Luciano, que trabaja de chófer para un señorito extremeño clasista, perezoso y putero, confronta la realidad que lo oprime (también como vencido tras la guerra) con los toros, que lo permiten evadirse, coger fuerzas: dos mundos que solo se funden en el delirio que viene tras su infarto. Un buen trabajo de denuncia social: la realidad de Luciano como ejemplo de la realidad de la España de los años 40, que recoge muy bien.

 

Moraima Feijoo Méndez, con “El día más triste

Un relato desgarrador en el que el recuerdo del suicidio del padre, 25 años atrás, desencadena en el narrador una reflexión sobre la dictadura del tiempo (pertinente, aunque hecha de lugares comunes) que, con su poder también cicatrizador, le permite a su vez interpelar a su padre, y recrear el momento de su muerte y las consecuencias devastadoras para la familia. Escrito con cuidado, con un tono íntimo, pero midiendo mucho su patetismo, es un ejercicio de sinceridad y de contención muy bueno.

 

Paulina Bouzas, con “Las tres muertes de mi abuelo

Con esa primera frase (y título) tan potente, el relato apunta desde el comienzo a la vida excepcional del protagonista. Además, que el narrador, que apenas tuvo relación con él, conozca su historia por referencias indirectas, le confiere a su figura una aura más mítica. El grueso del relato son cada una de esas muertes truncadas: tres buenas historias bien narradas, un buen ejercicio de síntesis en los que la parte (cada una de esas aproximaciones a la muerte) sirve para explicar el todo (su vida ajetreada) como una sinécdoque con varios flancos.

 

Pilar Daniel i Gubert, con “Contra el humo del olvido

El texto es quizá demasiado ecléctico, con demasiados virajes, pero funciona bien, con ese tono apelativo que le permite al narrador divagar sin tener que justificarse, con la autoridad que le da su posición ante su interlocutor. Con todo, el punto fuerte del relato es el repaso a la genealogía familiar a partir de unas pocas fotografías muy distanciadas entre sí en el tiempo: con su descripción cuidada, muy detallada, recompone las distintas vidas de los personajes con un uso soberbio de los tiempos verbales.

 

Rosa Estefanía, con “La hermana pequeña

Un narrador omnisciente recoge el primer momento del duelo de un hombre adulto por la muerte de su hermana pequeña. Su detención en cada movimiento, en cada gesto (con lo rutinario de las fórmulas sociales en estos casos), ralentiza el tiempo hasta dar la impresión de haberlo detenido. Bien escrito, busca el paralelismo entre el tiempo atmosférico (una lluvia pesada que los martillea a todos) y la tristeza de los personajes: un recurso que le funciona bastante bien, aunque tiene sus riesgos por manido.

 

Salvador Murillo Fernández, con “Mi primo ‘El Sebas’ (la familia no se elige, viene en el lote)

Un buen relato, que resuelve bien la transición desde un tono inicial desenfadado, con la figura esperpéntica del primo y la atmósfera del bar en el que se encuentran, hacia el peso del drama de las drogas y sus consecuencias, con un episodio de violencia doméstica (que aparece más o menos elidido) que le demuestra al narrador la repercusión que ha tenido la heroína en el cerebro trastornado de su primo Sebastián.

 

Premio de la votación popular

Dotado con un bono canjeable en publicaciones o talleres de Fuentetaja por valor de 150 euros

José Luis Chaparro, con “Dos gardenias

Con una prosa muy cuidada, el relato hace de una jornada cualquiera en la vida del protagonista y su familia una presentación general de sus condiciones de vida: la realidad social de la pobreza, pero también la seguridad que le trasmite al narrador la madre o el sacrificio que reconoce en el padre, o sus propias dudas ante un Dios omnipresente que no actúa. La nitidez de los recuerdos (con el uso incluso del presente) le confieren al texto solidez, una autoridad convincente, aunque la estructura podría ser más audaz.

 

Premio especial FILMIN

Claudio Banchelli, con “… ni un minuto de no amor

La dificultad para comunicarse padre e hijo, o el desdén del hijo con su padre, que se revela en la superficie del corto, supone también otros temas: la soledad del padre, la ausencia de un pilar importante para la familia (¿la madre?), la angustia ante la posibilidad de que le suceda algo al hijo y, como desenlace feliz, el perdón y la comprensión. El corto resulta eficaz, bien medido, capaz de trasmitir el proceso emocional del protagonista sin caricaturizarlo, aunque técnicamente es un tanto limitado.

 

Gracias a todos. Oportunamente nos pondremos en contacto con los ganadores para la entrega de premios.

La decisión del jurado es inapelable y la organización no puede mantener correspondencia sobre los aspectos del premio. Existe un espacio de comentarios que la organización consulta periódicamente en busca de observaciones que nos permitan mejorar sucesivas ediciones. Os animamos a usarla para comunicarnos vuestra impresión sobre este concurso.

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