La hoja seca del limonero
ese fósil reciente
traslúcido
me sirve de marcapáginas
(todavía conserva algo
de su aroma)
hojeo el libro
y entiendo
que también puedo leer
esa otra sintaxis vegetal
encadenar sus nervaduras
como sílabas
aparece un bosque
la leyenda
de un viaje milenario
hasta este lugar
siento en la palma de la mano
el temor al hacha, la sierra
y el martillo
siento mis nervios
y los suyos
palma con palma
hoja con hoja
y entiendo
que nosotros somos
el marcapáginas
del limonero
Antes de salir
detente a mirar
tu cuarto
en desorden
tu cama vacía
tus manos abiertas
busca
un mar que puedas tejer
un amanecer
que puedas pasear
y que ese camino te lleve
al mediodía
Salgo a caminar
cuando el perro del insominio
me lame los pies
veo letreros
que prohíben
canchas vacías
un audio repetido
en un andén:
mantengan la distancia
repito
mantengan la distancia
un cartel en una puerta:
no entrar
La marquesina de un cine:
cerrado hasta nuevo aviso
y un guante solitario
en la calle vacía:
¿olvido o abandono?
Después de morir
padre
apareció
esa luz súbita
sobre mi piel
creció
primero en las rodillas
luego en los pies
como leche sombría
el vitiligo es una enfermedad
dijo el médico
solo después supe
que el estrés
o un golpe emocional
podía causarlo
era un tatuaje inverso
un luto rebelde
todavía me acompaña
el vestigio de ese dolor
esa nieve tácita
al principio
(era muy niño)
me avergonzó
no entendía de dónde había brotado
esa blancura, qué pensarían
de mí
ahora comprendo
que mi piel insumisa
es un mapa
de mi vida
El cristal late y late
sin entender de quebradas
la luz avanza muda
el plomo desconoce su peso
el vino ignora la felicidad
que despierta
a nosotros nos queda esa carga
el desgaste de las libélulas tristes
el deshielo de manos interminables
la voracidad aérea de las nubes
ese es nuestro trabajo aislado:
nombrar heridas desconocidas
como un ciego que ve
una película muda
Exiliada en la oscuridad
aparece de nuevo
siempre puntual
cada mañana
pasea a mi lado
la observo de reojo
cuando se acerca
yo llegué aquí primero
antes que ella
le enseñé a caminar
en la claridad
cada noche desaparece
algo decepcionada
no soy tan leal
como ella quisiera
no acepto seguirla
todavía
allí donde yo sea la sombra
allí donde ella me enseñe
a caminar
en la penumbra
Madre se agachó
para hablarme a la altura
de mis pocos años
(desde entonces
observo con ternura
a los adultos que hablan
a los niños en cuclillas)
«métete en el armario»
me dijo
«no salgas hasta que te lo diga»
sabía que hice algo
y era lo justo
y cruel
esperé mucho tiempo
no recuerdo cuánto
me dormí
solo años después
supe que mi madre
buena, boreal
y silenciosa
no me castigó
sino que me protegió
me ocultó
nuestra vida es el resultado
de muchas incomprensiones
de todo aquello
que no entendimos
en su momento
madre murió
y nunca le agradecí
lo que hizo
(no solo aquello)
ahora escribo esto
con su apellido de manantial
y pienso en todo
cuanto todavía
desconozco
En aquella isla volcánica
en un paisaje quemado
por la luz gélida y espectral
de una noche blanca
siento que la única oscuridad
aquí
es mi tiniebla interior
crecí en un desierto, en el sur,
a miles de kilómetros
mis pulmones guardan arena
y polen de jara
el Mediterráneo bate en mi pecho
contra un rompeolas de huesos
(sonido a salitre y algas)
descubro, tan lejos
bajo este sol nocturno
en esta espesura de musgos
que no solo crecí en el desierto
yo mismo soy un desierto
en una noche iluminada
¿Cómo decir
pájaro, nido persistente, espacio desvanecido, hueco sin tinta?
tantas veces me oigo como una constelación salvaje
que no enmudece todavía
mi cabeza amanece arañando los cristales
me confunde esa historia anochecida de tu mano
todas las piedras son tu nombre, las deletreo despacio
a la intemperie de una manzana
las piedras duermen
siempre al borde de algo
del mar, del precipicio, del olvido
desde que tomé la naranja verde de tu pelo
y un planeta estalló en mi cornea
hablo alto tu nombre con ojos de matorral
ten piedad y di pájaro, nido persistente, espacio desvanecido
hueco sin tinta
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