El silencio de mis calles

El silencio de mis calles

Gabriel Patron

02/02/2018

Desbordan los pensamientos al volver a andar sobre los recuerdos. Viendo las calles que abrazan el parque, aquel que era nuestro paradero de cada estación, el punto de encuentro de nuestras aventuras, el centro de una nueva historia.

Los árboles gritando al viento, el pasto bailando detrás de nosotros, las sombras de cada árbol eran como capas invisibles y las piedras nuestros distractores aliados.

El sol al medio día, atravesaba nuestros hogares como señal del llamado del encuentro, luego la tarde nos alerta de volver puntuales con nuestras familias pero cuando la noche y la luna juegan, nosotros damos rienda a escalofriantes historias que estremecen nuestros huesos y el miedo se apodera del mínimo ruido o del más estruendoso sonido que nos haga gritar, desatando la concentración extrema de cada palabra que iba construyendo historias de las que luego no se volvían a contar.

Pasaron unos 2 años y las calles que rodean al parque lucen solitarias, los tiempos cambiaron, cuando los cielos en la noche se alumbran, parecían festejar un día como los de año nuevo o navidad, pero no eran esos cuetecillos con los que solíamos jugar en esas fechas, eran casi ya las 8:00 de la noche y las calles se quedan en el silencio absoluto, observando desde nuestras ventanas como fieles espectadores de tal evento, sin saber que la masacre asechaba, las bombas amenazaban, luces en el cielo de Lima, los cuetecillos explotan y los cielos se iluminan, luego los gritos y el llanto se apoderan de las calles mientras a lo lejos las sirenas anuncian las malas noticias, las calles ya no eran nuestro recreo eterno, ahora son el peligro de los 90´s en todo Perú.

No entendíamos lo que sucedía, personas, familias enteras morían, era “toque de queda”, los malos andaban sueltos por nuestras calles, las tinieblas y sus dinamitas destruían nuestros corazones y nuestra infancia, los estallidos susurraban a nuestras ventanas y las esquirlas rasgaban nuestra alma.

Fue así que comprendimos que era una guerra y nuestros hogares una trinchera de lego, nuestro cubil de colores, nuestro refugio de esperanzas y ahí debíamos permanecer mientras ansiábamos ver el fin de estos días en las noticias.

Pasaron años y las calles cambiaron, las masacres cesaron y las personas quedaron marcadas por el miedo incrustado en esos tiempos.

Nosotros crecimos, tomamos distintos rumbos, algunos viajaron para no volver después del terror vivido, otros sin alternativa alguna se quedaron a esperar construir un mejor futuro aquí.

Hoy volví a la calle Miguel Dasso en la Victoria, lugar donde mi infancia se vio marcada, ahí en el parque del mismo nombre de la calle, desde una de las entradas la observo detenidamente.

Cambió un poco, luce bien, me agrada, es distinta si la veo una vez, pero cuando me quedo observándola por unos minutos, la vuelvo a ver como cuando de niño la veía, con espacios para escribir una historia nueva, historias que dejan marcas en la corteza de cada árbol y en lo profundo de las memorias de nuestra infancia.

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