Ami…cámbiate la faldita, que vamos para un Banco, no para la calle.

La amiga de trabajo la miró, pestañas engoladas, y se fue a cambiar, caminando lenta sobre plataformas de quince centímetros. El realismo, la revolución mágica del siglo 21 las alcanzó. En el País no hay billetes.

Esperaron dos horas su turno y se sentaron frente a la empleada de atención al público, lamentaron que les hubiese tocado una mujer. Ésta llevaba falda azul larguita, a la rodilla, y blusa manga larga blanca de rayas finas azules, con un pañuelito obligado rojo anudado flojo en el cuello; las amigas también iban de falda azul y camisa, pero era otro azul, y otra tela, y otro aroma de detergente, y otro calor de la plancha que planchó la blusa, en fin, se les notaba la costura. Y las tres se dieron cuenta en silencio.

– Para la solicitud del punto de venta deben llenar esta planilla.

Ellas sabían escribir bien, inclusive la mayor, de 35 años, tuvo maestras excelentes en la escuela primaria, orgullosas y exigentes de la buena caligrafía y ortografía. Nombre, cédula, dirección, todo fácil, rápido. Cuando llegaron a las casillas “profesión u oficio”, “actividad económica”, se miraron por unos segundos, como sólo se miran las amigas cómplices en la vida.

– Nosotras somos prostitutas, ¿cómo lo ponemos?

Un hueco de formalidad en la rutina de socializar en la vida que ya habían aceptado hace tiempo.

La empleada de quince años en el banco hizo un aun mayor y aplastante silencio, ajena a este tipo de clientes, cargada de problemas sexuales y hambre común y de los espontáneos prejuicios, que vienen contigo, que no los reflexionas, los heredas, los alimentas porque es divertido y te dan tranquilidad moral. Y te permiten agredir a tu propio género, cuando la piel es más lisa, y las nalgas más firmes.

– Voy a consultar el caso con el gerente.

Menos mal, un hombre.

– Mire Sr. Gerente, nosotras somos prostitutas, trabajamos por la Plaza Bolívar y el boulevar, necesitamos el aparatico de punto de venta porque los clientes no tienen efectivo. ¿Cómo nos van a pagar? Los cajeros automáticos de los bancos solo dan diez mil por día, eso nada mas cuestan tres condones, nosotras somos buenas, cobramos entre 50 y 100 mil por hora, dependiendo de la modalidad. Un pana de una tienda nos pasaba el punto pero el tipo quiere cobrarnos comisión y no con plata. Estamos legales, permisos, exámenes, sanidad, etc., entiende? Trabajamos y necesitamos cobrar.

El hombre en cuestión podía ayudarlas poco. No calificaba su profesión-u-oficio para el trámite. Por supuesto intentó hacerse el simpático, tornarse en cliente sin éxito alguno, porque si había gente clara y feliz en la vida eran aquellas dos, no estaban buscando clientes, el problema en este momento era que no podían cobrar como siempre, como era normal desde que el mundo es mundo: con plata! con billetes! cosa tan simple!. Necesitaban un punto.

Las amigas salieron bravísimas del banco, maldiciendo al gobierno, como todos.

Podrían hacer planes de cobrar en especies: en kilos de arroz, en pollo, chocolate, aceite, pintura de uñas, las equivalencias en nuestra moneda serian la delicia de los lectores, considerando las horas, la exclusividad y las modalidades sexuales propias de la actividad que nos ocupa, en fin, todo un nuevo y tristísimo “modelo” económico.

Salieron del banco y se sentaron en otro banco de la Plaza a pensar. Como unas jóvenes iguales a todas en estos días, sacaron su smartphone, el aparato que es el Dios de los problemas y soluciones, el ansiolítico electrónico, rodaron su dedo de uña larga sin rumbo fijo sobre la pantalla…buscando solución al problema en alguna red social. Es que cobrar con comida era algo realmente denigrante, imaginaron un tipo pagándoles con un pollo crudo, chorreando agüita sanguinolenta, y el asqueroso olor…eso si es feo, humillante…no ser putas.

En la noticia leían: “…el Gobierno aprobó el bono navideño…y el bono para los jubilados…y el bono para la salud…y el bono… etc.” Ajá… y nosotras cómo hacemos?

A la hora del trabajo de ese día no tenían claro cómo iban a hacer. El billete no puede hablar, amado Yordano. Que nos transfieran. Pero con ese método eran muy susceptibles a ser estafadas, sobre todo transferencias de Bancos distintos al suyo, se haría efectivo al otro día, amén de clientes que no supieran hacerlo, o que el internet se pusiera lento, que vaina. Su actividad comercial no aplicaba para fiar, ni hacer créditos, ni abonos, ni devoluciones.

Ya con la luna encendida, los clientes entendidos y sumergidos en el problemón, previo maldecir al Gobierno como todos, las miraban ahora si como a juguete caro, por inaccesibles: tengo para pagarte pero no tengo efectivo. Soliciten un punto, les dijo uno, y ellas no supieron si reír o llorar.

Mientras el País mejora ellas se distraen escribiendo en papelitos sus números de cuenta para los clientes fijos.

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