«Recuerdos en la calle 644»

«Recuerdos en la calle 644»

Milena Aranda

14/12/2017

¿Qué desdicha no? Qué tristeza es observar fijamente la calle 644, detrás de mi ventana, sin que nadie se percate de las historias que cada marca, mancha o hasta pisadas, relata. Observo cada día el paso constante e incesante de las personas; perdidas en sus pensamientos, maquinando sobre sus vidas, olvidándose de todo a su alrededor. Y los niños… Qué desorientados se encuentran los niños en la actualidad.

Cuando era pequeña jugar en la calle no tenía comparación. En ella cada objeto, pared, timbre, puerta, tenía y tiene aún un significado. Tal vez sea algo confuso y singular. Pero antes, cuando la tecnología no había invadido por completo mi infancia y la de los demás niños de mi edad, éramos absolutamente felices, no necesitábamos de un aparato electrónico para entretenernos.

Sigo caminando y reflexionando sobre mi añorada calle 644, recordando las caídas empleadas con mis patines; las peleas de agua con mis amigos; contemplando escondites que solamente yo sabía donde se encontraban; riendo sobre cuando tocábamos el timbre a los vecinos y luego salíamos corriendo para tratar de evadirlos; peleas y llantos que perduran en la brisa que acaricia mi rostro cada mañana; cuando subía la escalera hasta mi techo para contemplar el atardecer y también para analizar a cada persona o niño que cruzaba de una vereda hacia la otra; reviviendo los dibujos creados por nuestra imaginación a través de simples tizas de colores; los gritos provenientes de las paredes de otros hogares que penetraban en nuestros diminutos oídos; jugueteos con pelota hasta terminar de romperla por completo.

Aquellos pequeños momentos, recuerdos y sensaciones perduran en el tiempo y en nuestra niñez. En aquel tiempo lo único que nos detenía era la lluvia, aquellos días grises esperábamos con ansias que el sol salga radiante y aclare las tormentas. Pero lamentablemente ahora, el impedimento es demasiado poderoso y fuerte. Pero solamente nos domina si nosotros nos dejamos dominar. Somos demasiado tenaces para vencer cualquier cosa que se nos interponga en nuestro camino.

Si una persona abre los ojos y observa muy profundamente cada detalle de su vida, deja de estar ciego y empieza a disfrutar un poco más día a día. Empieza a vivir como si no hubiera límite, dejando de lado lo que nos detiene y esforzándonos por ganar cada batalla. Viendo cada reto como una posibilidad y no como algo imposible. Cuando cambiemos nuestros pensamientos, todo nuestro alrededor cambiará. Nada está perdido, si nos damos cuenta tempranamente, pero recordemos que hay más tiempo que vida. Y la vida es una sola, y ¿Qué sentido tiene vivirla sin aprovechar cada hora, cada minuto, cada segundo y cada milésima de segundo?

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