A Dulce, los postres y los pasteles le encantaban desde niña, por ello, siempre se paraba a mirar los escaparates de todas las pastelerías. Desde muy pequeña empezó a coleccionar cuadernos que utilizaba para apuntar recetas de repostería. Más tarde, ya de adulta, publicaría dos libros con todas ellas y crearía un blog literario con una historia y un lugar para cada una.
Todo en su vida giraba alrededor del siguiente pastel que cocinaría. Y la fruta que compraba, las puntillas de su ropa y su perfume cítrico y a hierba Luisa, se encargaban de recordar a quienes la conocían sus dulces debilidades. Y es que Dulce, lo primero que se preguntaba cuando conocía a alguien, era si le gustarían las tartas y los pasteles, y así poder compartir sus tiernas y crujientes creaciones culinarias.
Lo que nunca supo nadie, es que Dulce, por un defecto de nacimiento, tenía las papilas gustativas encargadas de captar el sabor dulce atrofiadas, y la única manera de disfrutar de lo que cocinaba, era a través del placer de los demás.
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