Esperando que ardas

Esperando que ardas

Tengo las uñas 

como cuñas en la carne

tengo mis dedos tiesos de frío

los tendones deshilachados

el alma pesada.

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Percibo el aroma a bizcocho de la vecina

que no termina de bajar a espiarme

tengo el cuello insoportable

la migraña interminable

el mentón nevado

y la calva tan inevitable

como las arenas del Sahara.

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Tengo pegada a mí la sudadera del lunes

en domingo

me cansé de aliviar al lavadero

de mis platos sucios

de cortarme las garras

de acomodarme los anteojos.

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Se apoderó de mi un tic en el anular

una excrecencia en mi nariz

una picazón en el lacrimal

y unas ganas de ir por todas aquellas

a las que no pude besar.

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No me entienden mis gracias

insoportables torpezas

aprovechan mi amnesia a corto plazo

para nunca darme la razón,

me premian el cariño

con silencio

las caricias

con silencio

los abrazos

con silencio

y esas tímidas insinuaciones de madrugada

con la parálisis, el dolor de cabeza, 

mucho frío, mucho calor,

la hora avanzada, la madera que rechina.

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Y yo desesperado porque la vida es una sola

viendo acercarse el día 

en el que empiecen

los reproches de vida

las culpas fabricadas con traje de excusa

cuando ya sea demasiado tarde

para sudar.

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Y a pesar de todo,

sigo amando.

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Cansado de esperar 

un beso porque sí

un abrazo porque sí

una insinuación

de madrugada,

espero.

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Porque el día que me resigne

empezaré a morir.

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