No era el tipo de ciudad que esperábamos, pero quedó algo de nosotras en todos aquellos lugares: en sus bares, en los estudios de arte, en castillos, en calles oscuras, en pizerías, en todas las esquinas que solíamos doblar e incluso en las butacas del cine.
Recuerdo que los días de sol te ponías falda, cuánto más corta mejor, y salías a airear tus piernas, subiéndote el bajo de aquella falda que marcó muchas noches de aquella primavera. Tú bebías gin-tonic, con tus uñas pintadas de negro, con una coleta alta donde algún pelo rebelde huía de la prisión que el coletero le imponía y reías escandalosamente.
Los chicos se acercaban a ti para invitarte a otra copa mientras tú permanecías indiferente pero con esa sonrisa coqueta en los labios que tanto te caracteriza. Revolucionaste algunos corazones pero conquistaste más camas, aullaste en las calles y musicalizaste más noches creando tu propia banda sonora de «días de vino y rosas».
Con tu intelectualidad, con esas ganas de respuestas a tantas preguntas planteadas y esos ideales que perseguían la «búsqueda» y te llevaban , por momentos, a esa locura transitoria de evasión de un mundo que no lograbas controlar. Huyendo de una realidad inevitable, rechazando aquel bucle de placer liviano proporcionado por el acohol en calles vacías, de desembarcos geográficos en embajadas de zapatos mojados y recorriendo a ciegas un campo minado. Limitando tus días sin arnés ni red de seguridad y llenando noches extenuantes de cuerpos y manos febriles.
Ahora, he de advertirte que, podrás cambiar de ciudad pero tú seguirás siendo tú y tendrás que aprender a ser feliz en la ciudad de turno. Con tus tormentas interiores que acabarás ahogando en una copa de vino. Pero tú, al fin y al cabo, odiando y amando a partes iguales. Y cuando lleguen los domingos, no dejes de recorrer la ciudad para hacerla tuya. Siéntate en una terraza de un bar elegante, tómate un gin-tonic y escribe, escribe todo lo que te ocurra.
Saliéndote del estereotipo de «persona normal», tachándote de «rara, extraña, incoherente, diferente, loca o asocial» porque eres de esa clase de personas que se te quedan dentro, bien grabada, que para olvidarle habrán de pasar muchos años.
Eres una mujer que deja huella.
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