AROMAS QUE MATAN

AROMAS QUE MATAN

BÁRBARA LEÓN

04/08/2020

Mi naricita, sensible se irritaba en un violento estornudo, que refrescaba de gotitas infames, mi prolijo bigote ¡Habráse visto, semejante insolencia! Querer tentarme con el aroma de un fino roquefort. Cierto y sabido es mi gusto por el sagrado queso azul, pero después del trágico destino de mi querido tío Bernardo, bien bruto sería yo, de aceptar tan seductor manjar. 

Recuerdo de aquel día, guardo en un rincón de mi memoria, que desordenada trata de encontrar respuesta inútil, a una causa tardía. Era época de festines, encuentros entre amigos y gentiles caballeros, de levita, galera y bastón nacarado. Todos reunidos al son de los maravillosos valses vieneses. Gentiles, cortejábamos a las bellas damas, que asistían al salón con el espléndido brillo de la seducción. 

Galante, me acerqué a la más altiva, ataviada con un sofisticado vestido de seda coralina, y una sonrisa de perlas tan sensacional, que deslucía el rubí de su gargantilla. Volvió su mirada hacia mí, me fulminó con su destello verde esmeralda y se lanzó a mis brazos a danzar Strauss. Suelta, volátil, definitivamente, hermosa. La música invadía nuestras miradas, su mano, envolvía su tibieza en la mía. Giro tras giro, ignorantes del mundo, surcamos el inmenso salón, ebrios de un magnetismo alucinante, sólo nuestro, desbordante y pasional. Mudo, casi prohibido.

Un grito desgarrador destruye nuestra magia. Es Helena, que horrorizada tapa su cara con sus pequeñas manos, no quiere ver el espantoso crimen. Su llanto se funde en terrorífico grito y corro hacia ella, que al punto pierde el conocimiento. Casi en el piso y poco en mis brazos, la sujeto al tiempo que atónito, diviso la tragedia. En el rincón sombrío de la elegante escalera, difusamente escondida, se encuentra el arma asesina y el cuerpo del tío Bernardo, aplastado, casi partido al medio, envuelta en un charco de sangre su levita. El bastón nacarado, caído junto a él y un trozo de queso roquefort en su boca entreabierta. 

Silencio. La fiesta se convierte en funeral. Los invitados despavoridos, se lamentan y parten, la viuda llora desconsolada su pena, mi altiva compañera se pierde en la tiniebla, y yo, impotente y desesperado, intento sacar el cuerpo de mi tío Bernardo de la trampera.

 

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS