Lo natural es siempre lo más sano.

Lo natural es siempre lo más sano.

Las abejas vuelan hacia las flores siempre. Su naturaleza las guía ineludibles hacia el néctar en que se basa toda su existencia, y la nuestra, y lo mejor es que no se cuestionan para nada si es bueno o no, solo lo saben, lo sienten. Muchas veces quise ser como ellas, hasta que encontré casualmente mi propio equivalente de ‘miel’. Con inconmensurables maneras de aprovecharse, lo más natural y sano posible que he probado en mi vida. Claro que en ese primer momento no lo supe… Vagando por las calles de Caracas tuve muchas experiencias cercanas a la absoluta felicidad, pero la mayoría estaban rodeadas bajo la influencia del alcohol. Odio el alcohol, lo más tóxico y dañino posible, con ese regusto amargo, que casi siempre me quema la garganta y nubla mi mente, retrasa la sinapsis entre mis neuronas, me convierte en una irracional versión de mí misma, una de las mas reprimidas. Y sin embargo, es lo que culturalmente se aprende en cualquier fiesta o reunión con los amigos, y en mi caso, en cada cumpleaños. Se hallaba presente en mayor cantidad que cualquier aperitivo, dulce y plato, podía faltar incluso la torta, pero nunca unas cuantas cajas de cerveza. Lo mas irónico es que ciertos olores, como por ejemplo el del whisky, me recuerdan fielmente a esas celebraciones, en especial cuando me sentaba cerca de mi padre y me abrazaba, el olor que desprendía su perfume entremezclado con el alcohol que había bebido, es algo que inevitablemente me asalta los recuerdos siempre que he bebido de más. 

Pero a parte del alcohol, encontré mi ‘miel’ perfectamente natural una noche mientras unos amigos compartían generosamente sus vivencias y anécdotas más recónditas. En ese momento no me gustó para nada, me mareaba y me hacía sentir extraña. Pero con el tiempo y mi llegada a Europa pude comprender bajo un mejor ambiente sus infinitos beneficios. Al volver a probarla me vinieron a la memoria no solo mejores recuerdos, sino muchas más sensaciones que antes ignoraba o pasaban desapercibidas. Comencé a sentir de nuevo los latidos dentro de mi pecho, el lento pasar del tiempo, saboreé de nuevo mi comida favorita y me gustó aún más, noté por completo los sonidos de las canciones y hasta el olfato se me agudizó, no creo haberme sentido antes tan llena de vida, aunque también algo emocional. Tuve muchos flashbacks, volví a los tiempos en que estaba en casa y desbloqueé sentimientos que llevaba reprimidos por mucho tiempo. Me sentí feliz, fui capaz de reflexionar y sentí que volaba teniendo aún los pies en la tierra. Sinceramente, es una ‘miel’ muy dulce, ahora entiendo perfectamente a las abejas y su predilección por la madre naturaleza.

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