En la fiesta más imponente del Olimpo, por ser la primera en demostrar la unión eterna entre la mortalidad y la inmortalidad. Tres diosas que se encontraban deleitando del majestuoso manjar de Zeus, fueron curiosamente llamadas por un objeto extraño lanzado por la diosa de la discordia, por el simple hecho de no haber sido invitada. El objeto esférico llegó hasta el medio de la pista de bailes, las tres diosas: Hera, Atenea y Afrodita. Lo vieron rodar entre medio de toda la multitud de humanos y dioses, nadie pudo ni siquiera percibir su presencia, pero, las tres diosas sí, lo vieron escabullirse por los confines del tiempo y del espacio dentro del Olimpo. Al ser vencidas por su deliciosa forma de penetrar sin ser visto, las tres diosas se acercaron en el mismo instante y las tres, lo quisieron recoger al mismo momento.
– Yo soy el poder y la fuerza, es mío – dijo Hera.
– Yo soy la inteligencia y la sabiduría, te lo voy a quitar sin que te des cuenta – dijo Atenea.
– No sean tontas, no se dan cuenta de que es muy bello para ustedes ese delicado y sabroso objeto, es únicamente mío – dijo Afrodita.
Y sin poder llegar a un acuerdo mutuo, entre la inteligencia-sabiduría, el poder-la fuerza y la belleza-innata. Las tres concordaron con que, lo único que podrían hacer sería, preguntarle a un mortal la respuesta más rápida.
– Ven, sí, tú ven – dijeron las tres, dentro de un solo zumbido sobre el aire.
– ¡Yo! ¿A mí me están llamando? – respondió vilmente Paris, el príncipe troyano.
– ¡Sí! Tú, tonto mortal, ven y sacanos esta pequeña incertidumbre que poseemos las tres.
– ¿Qué necesitan mis diosas? ¿En qué le puede servir un obtuso mortal como yo a las diosas?
– Tenemos un desacuerdo, acá se encuentra este objeto y no sabemos para quién de las tres fue enviado – responde Atenea.
– Sí, no sabemos para quién debe ser – agregó Hera.
– Es obvio que es para mí, pero bueno, dejaremos en su criterio vil mortal – introduce Afrodita.
– Bueno mis diosas, si me dejan elegir por ustedes, lo único que les puedo decir es que: usted Hera, me ha otorgado la fuerza y el poder para ser capaz de levantar éste objeto, usted Atenea, me ha dado la sabiduría y la inteligencia, para poder descifrar el significado y de esa forma entregarle un nombre, «manzana de la discordia», pero usted, señorita Afrodita, me ha inculcado el placer de sentir la pureza dentro de la atracción más perpleja que puede existir al poder ver con el alma la belleza innata del espíritu, por esa razón la elijo como la dueña de esta deliciosa y apetitosa, manzana de la discordia, dejando de lado todo lo que puedo intuir del futuro de nuestra humanidad, pero antes…
Después de la extrovertida decisión del príncipe troyano Paris, todos conocemos la desgracia que se manifestó dentro de las murallas del territorio impenetrable de la ciudad de Troya… Por parte de los cien mil navíos griegos.
OPINIONES Y COMENTARIOS