Estamos en una época en la que no sólo somos los consumidores, sino los consumidos. Bien lo decía el gran Albert Einstein: «Temo el día en el que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas». Una generación de idiotas, donde preferimos llamar a todos en grupo para la foto porque la fiesta está tan buena que merece ser publicada, queriendo la retribución con los «likes» o » me encanta», tal vez porque queremos tener la aprobación de todo el mundo. La tecnología avanza, primero comencé con los celulares de «tapita» —los famosos «sapitos»—, empezó de a pocos como una enfermedad viral empieza con los primeros síntomas, pero son síntomas que creemos que pueden ser todo menos lo que es. Al principio no creí grave la situación, sólo necesitaba del celular para las llamadas y mensajes , algo básico, supongo que con ese «algo básico» trato de justificar que estoy enferma , enferma del Instagram, enferma del WhatsApp, enferma del Facebook, innecesarios para los que los usamos en formas banales. Es que «hay que escribirle un mensaje, para saber cómo está». Nos ha sobrepasado, el día que temías ha llegado, duele darte la noticia de esta forma, pero sí, todos tenemos el slogan «Hemos avanzado mucho, ahora la tecnología nos permite estar inter-conectados, podemos saber lo que pasa en el mundo entero». Época en la que avanzó la tecnología hecha por el hombre. Tal vez esperamos llegar al punto en el que no trabajemos más y dejar todo en las manos de un robot inteligente. No sólo nos está consumiendo y sobrepasando la tecnología sino que la flojera nos ha abierto las puertas del camino llamado idiotez que termina en el sometimiento. En unos años nos entregaremos a ella plenamente y ahí no podré escribir, o quizá todo sea diferente y te escriba para decirte que la humanidad despertó, que volvió a los despertadores humanos; aquellos que con una lámpara a kerosene pasaban caminando por las casas anunciando la hora , o que las compras ya no son online, sino que preferimos caminar y disfrutar del aire con el sonido del viento y la brisa en el rostro, hacer la cola de media hora, buscar en todas las tiendas para volver a la primera y si salimos de este camino sombrío, quien quita que la señora de los tamales y humitas vuelva a cantar. No me vendría mal volver a jugar a «LOS ENCANTADOS», a «SAN MIGUEL» o al «MUNDO». Espero volver a hablar contigo, contándote de buenos tiempos futuros. Llamaré a mis amigos para salir a jugar. Despreocúpate caminaré hacia sus casas, no me pierdo por nada del mundo el sol de hoy.

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