Laura y Florencio, historia de amor sin final

Laura y Florencio, historia de amor sin final

Osvaldo Molinari

09/11/2017

Abril de 1959. La avenida mostraba sus árboles de otoño, que avergonzados, exhibían la desnudez de sus ramas . Caminaba del brazo junto a mi madre. Ella, relataba pasajes de su niñez y ambos, reíamos con anécdotas lejanas.

De pronto, mi madre se detuvo y miró a una mujer que estaba frente a ella. Sorprendido, pude apreciar su bella silueta. Una sonrisa triste emanaba de su ovalado rostro . De ojos almendrados y ondulado pelo castaño . Frisaba los 45 años. Vestía entera de negro.

La mujer, titubeó por instantes, luego corrió hacia mi madre y la abrazó efusivamente. Al separarse, ambas enjugaron sus lágrimas .

Luego, miró donde yo estaba diciendo:

– ¿ Este joven es el pequeño que Florencio llevaba a casa de mis padres? –

Me besó y exclamó :

– ¡ El te amaba como un hijo ! –

Mientras Laura y mi madre charlaban, cerré los ojos y retrocedí al pasado….

Mis abuelos tuvieron dos hijos: Valentina, mi madre y Florencio, el menor.

Veintidos años después, mi tío se desempeñaba como profesor en un pueblito del sur.

En seis años, su labor fue exitosa. Incluso, dio vida a un periódico local.

El Ministerio destacó su profesionalismo . Decidieron nombrarlo Director .

El accidente de Florencio se produjo en un pueblo llamado Placilla. Allí, estaba la Escuela que dirigía mi abuelo.

En ese lugar, transcurrió gran parte de mi infancia.

El sol y su calor abrasador, adormecían la vieja casona. Aislada del pueblo, a ratos se podía escuchar la respiración del silencio.

Regresé donde Laura y mi madre, que aún mantenían su charla.

Adolescente, supe que Florencio llegó a la Estación de Ferrocarriles .Subió al tren . Dejó en el

asiento su maletín y unos paquetes. Eran obsequios para sus padres y juguetes para mi.

Vestía un abrigo gris, bufanda y sombrero.

En minutos, se repletó el vagón de pasajeros. Entre ellos, tres profesores de localidades cercanas al lugar donde Florencio ejercía .

Entre los cuatro, entablaron amena conversación.

El les confidenció que viajaba a casa de sus padres. Les informaría que lo habían nombrado Director de escuela y además, que se casaría con Laura.

Pensé – ¿ Se pudo haber evitado o por el contrario, estaba escrito que debía ocurrir ?

Florencio estaba a horas de un insospechado y cruel destino .

El tren se detuvo en Placilla. Entre abrazos y bromas, se despidió de sus colegas.

Se puso el abrigo. Tomó el maletín y los paquetes. Abrió la puerta del vagón y colocó un pié en la escalerilla. En ese instante, el maquinista movió bruscamente el convoy . Hubo retrocesos y frenados .

Estas inusuales maniobras, lo hicieron caer entre la muralla del andén y el carro donde venía .

Sus colegas, observaron que trató de incorporarse y asirse al muro. Gritaron que detuvieran el tren. Fue inútil. Las ruedas metálicas cogieron su abrigo y, bajo la mirada atónita de los pasajeros, lentamente fue arrastrado bajo ellas.

En segundos, su cuerpo quedó destrozado.

Una profesora, mientras presenciaba el horrible accidente, gritaba que trataran de salvarlo.

Ella, lo habría escuchado “ llamar a su madre ”…..

(Años después, en un juicio contra ferrocarriles, se comprobó que el maquinista conducía en estado de ebriedad)

Varios muchachos, alumnos de la escuela dirigida por mi abuelo, decidieron avisar de lo ocurrido.

Yo jugaba en el frontis de la casa. Mi abuelo leía el periódico y mi abuela, cosía en su máquina Singer .

Al ver los niños que corrían hacia la escuela, él abuelo comentó :

¡Algo hicieron estos niños porque vienen en busca de ayuda ! –

Unos gritos a lo lejos….quedaron grabados en mi mente…

¡Señora Juanita…..Don Arturo……el tren acaba de matar a su hijo! –

Mi pequeña abuela se levantó bruscamente. Entre gritos desgarradores y ahogada por el llanto, empezó a correr hacia la estación del pueblo. Eran casi cinco kilómetros de tierra.

Divisé como caía y luego, se levantaba. Después, volvía a caer confundida con la polvareda. Pasó un vehículo. Se detuvo y la hizo subir. Tras una nube de polvo, desapareció de mi vista.

Miré a mi abuelo. Estaba pálido.Yacía en el marco del portón con la vista perdida en el infinito. Por sus mejillas, rodaban abundantes lágrimas.

Horas después, trajeron el cuerpo a casa. Llegó el Alcalde,carabineros, profesores y vecinos . El abuelo, con una tristeza imposible de describir, recibía palabras de consuelo.

Mientras, la abuela sentada en la cama, mecía entre sus brazos, el abrigo ensangrentado de su hijo .

Dos días después, se llevó a cabo el funeral.

En los antiguos trenes, existía un vagón de equipaje . Iba unido a la máquina que tiraba del convoy.

En ese carro, colocaron el ataúd cubierto con banderas, estandartes de colegios y coronas .

En cada pueblo, el tren se detenía para que profesores y alumnos , rindieran postrer homenaje de despedida.

Las escuelas, hacían sonar sus campanas……

De pronto….una frase dicha en airado tono…..me hizo regresar a la realidad:

– Valentina…..¿ Usted me pregunta esto ?-

Era Laura. Sorprendida, mi madre respondió:

-¿Qué tiene de malo preguntar porque no te has casado transcurridos estos 15 años? –

Laura contestó:

– ¡ Me duele que usted lo pregunte ! – Florencio fue mi único y gran amor!

Después, agregó :

– ¡Desde su accidente, todos estos años siento que su muerte ocurrió hoy!……

Finalmente dijo:

– ¡ Confieso que vivo por mis padres…si no, me habría quitado la vida ! –

Los tres guardamos silencio . En breves minutos, ella se despidió. Abrazó a mi madre.

A mí, me dio un beso en la mejilla.

Ocurrió algo extraño….sentí con ese beso…..que Florencio se despedía para siempre y, al mirar el cielo, creí ver su alma que volaba convertida en una golondrina.-

Su delicada silueta, desapareció tras una esquina.

Fue la última vez que la vi.

Nunca olvidé esa mirada que delataba una pena de amor y 15 años de soledad….

Tomé a mi madre del brazo y en silencio, comenzamos a caminar.

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