Acecha la noche

Llega la noche y el miedo a las ciudades
como si a pesar de la luz de la modernidad
la oscuridad fuera el abrigo de las bestias
inmisericordes al dolor ajeno. Lejanas,
no conocen la piedad ante el cuerpo doliente.

Ante la niña que llora, el joven que grita,
la mujer que cae o el anciano que tropieza,
vuelven a racionar la vida, para pagarles
a los sicarios defensores de sus privilegios
con nuestra libertad aparentemente conquistada.

Parecen lejanos los días en que nos disparaban
a bocajarro y ahora nos van matando poco a poco
los mismos que ganaron una guerra que sembraron
nuestra tierra y nuestra historia de cadáveres,
muertos asesinados, y se quedaron con todo.

Y aguardaron tiempo para después emborracharnos
del ansiado bienestar y arrebatárnoslo de nuevo,
brutalmente. Como el gato deja luchar a su presa
hasta agotarla para asestarle luego la dentellada mortal.
A veces, mi gato ha vuelto herido de la noche.


Perros

Un pensamiento confuso
se revuelve sin detenerse
como los guijarros del rompiente
rodando y chocándose imparables,
en mi mente inquieta,
sin paz últimamente

Tantos sucesos impensables, agresivos
en los que me encuentro envuelta
-revuelca la ola la arena gorda de la orilla-
marcan el rumbo de conciencias y vidas
en un ritmo confuso y trepidante.

El estado de paz conquistado, temporal,
frágil, se revuelve con la última tormenta.
Las máquinas han limpiado aquella playa
y han destrozado las puestas en el limo
de las aves y a toda su descendencia.

Nosotros volvimos a la ciudad a ver cómo
pasaban por encima de jóvenes y ancianos,
inhumanos hombres armados con sus porras,
sus violentos ataques y su infame tiranía.

Mi ansiedad se refleja en la polilla atrapada
en la lámpara redonda de papel, un farolillo
de la última fiesta donde olvidaron la luz dada.
Al amanecer vio la salida de la trampa mortal
pero sus alas entonces ya estaban rotas.

Acaba el verano y las noches amables,
las ropas de abrigo no son armaduras,
son simples percales para cubrir heridas
que ha abierto un enemigo antiguo,
desalmado y poderoso que lacera los cuerpos
de incansables trabajadores indignados.

En esta tierra siempre hubo dos primaveras,
pero llegaron y nos empujaron a tierras altas
donde cayó la nieve blanca e inmisericorde.

El fantasma de un hombre joven busca
cada mañana colillas en la calle de mi casa,
no me molesta pero no me entristece
porque sus perros mordieron a mi hijo.


Nada humano me es ajeno

Sopa de palabras germen de poesía,
cómo será la rabia de los otros míos
mientras desayuno entre pájaros y flores.

Por qué imagino y siento a quien ahora
abre la ventana y sólo encuentra
una pared negra, un patio roto,
unas vías abandonadas y el hollín.

Si despierto en un espacio amable y limpio
por qué recuerdo tantas casas viejas,
interiores con ventanas grises donde al encender
la luz corren a esconderse las cucarachas negras.

Si extiendo la vista sobre el mar en mi paseo,
por qué siento la impotencia de mirar una puerta,
cerrada desde afuera con un cerrojo ruidoso
y una mirada amenazante tras una reja.

Si como por qué me duele un estómago hambriento,
si me miman por qué recuerdo una mujer amenazada,
no es amargura ni siquiera pesimismo, es tan solo
la realidad inolvidable, no quiero que escape nada:

Ni un detalle, ni un dolor, ni un sólo ahogo,
ni la angustia que forma parte de todo lo humano,
porque nada humano me es ajeno
y así es mi humanidad enajenada.


Haikus interminables

Es la soledad
un bien preciado
imposible de compartir

Aquellos días
Esos inolvidables
Los del silencio

El tiempo para
pero sigue la vida
en la parada

Cantando el mirlo
sopla una brisa suave
y se confunden

Qué debía hacer
qué podía haber hecho
qué quería hacer

Enhebro haikus, interminables
van quedando engarzados
como tercetos en mi cuaderno.


Por tierra, mar y aire

Ante el mar inacabable, entre volcanes
soy la espectadora bajo el cielo
a quien las nubes no mandaron mensajes
a quien la luz cegaba en vez de iluminarme,
a quien el aire ahogaba sin darme un respiro.

Ante todo, que de tan inmenso es igual que nada,
lava sólida y ligera golpeada en el rompiente,
descansa el cuerpo sobre los pardos farallones
y sobre el horizonte descansa la mirada.

En la orilla olas pequeñas, una tras otra y otra tras una,
respiración circular del mar, suspiro inacabable
que parece que te duerma la vida y se eternice
acompasada, casi silenciosa pero nunca en silencio
y el agua, siempre llega y siempre vuelve, interminable
la respiración del mundo que llega hasta mi playa
y en la orilla olas pequeñas, una tras otra y otra tras una…


Llega el momento

Llega el momento en que no queda
ningún afán de dejar huella
ni necesidad de seducir
ni ilusión por agradar

Llega el momento de la calma,
la compasión sin convulsión,
la pragmática resolución de
mirar para ver lo que existe

El momento sencillamente de ser,
sin escudriñar lo que no existe.
De escuchar a los pájaros
y esperar a que amanezca.

Llega el momento tarde
pero llega siempre tu momento
cuando se acaba la prisa
y te permites vivir


Porque quería ser Libre

¿Por qué me marché de aquella casa de techos altos,
radiadores, balcones y suelos de madera y colores,
a la que se subía por una escalera de mármol blanco,
rellanos, ventanas con vidrieras y ascensor de madera,
alfombra roja inacabable, portera educada y practicante?
Porque quería ser libre.

¿Por qué abandoné aquellos trabajos bien pagados,
lugares limpios y calientes, confortables y ordenados,
donde me regalaban palabras amables y agendas de piel,
me consideraban importante y me trataban con respeto,
y la gente era educada y olía a colonias caras?
Porque quería ser libre.

¿Por qué dejé aquellas compañías prometedoras,
con futuros importantes antes de su nacimiento
y maneras exquisitas, personas que no levantaban la voz
y parecían despertar ya aseadas y no hacían ruido
y querían que fueras de los suyos y te hacían sentir bien?
Porque quería ser libre.

¿Por qué me fui de un barrio con un parque que tenía
estanques con patos y barcas, templetes, fuentes y castaños,
avenidas con bancos de piedra y parterres de flores y palacetes,
y papeleras y salas de exposiciones y tiendas preciosas
llenas de primores y la Biblioteca Nacional y El Prado…?
Porque quería ser libre.

¿Por qué vendí la trenza de mi madre para comer un solo día,
gasté su ajuar de hilo en camas de buhardillas y corralas,
regalé los recuerdos de su maleta de madre muerta,
repartí mis colecciones, me fui y me hice extranjera
y mandé su carta bordada hasta la isla de mi hermano?
Porque quería ser libre.

Y cuando mi pequeño crezca y ya no tema
dejarle sólo, huérfano y vulnerable, entonces
volveré a luchar por su futuro secuestrado,
por la reconquista de las calles y de las libertades,
a recuperar la alegría del pueblo llano que habito .
Porque quiero ser libre.

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