Acariciaba todos los eslabones y detenía la vista en cada uno de los detalles de la gran cruz de oro. Deslizando los dedos suavemente y clavando la uña del pulgar en esos eslabones iba recordando lo que significaba lo que tenía entre los dedos y que casi siempre pasaba desapercibido.

Nubes blancas y grises decoraban el paisaje de esos recuerdos. Algunas mas negras y siempre por encima un cielo azul. Los primeros recuerdos que me traían eran de una camiseta blanca de tirantas sobre la que refulgía esa cadena a media tarde.

El siempre llegaba con un periódico doblado debajo del brazo. Siempre era el ABC y nunca supe bien porque. Sus ideas eran más bien de otro signo pero quizás fuera por tradición familiar. Aquello, colgado del cuello representaba para mi un privilegio. El privilegio de padre. Y no por ostentación de la que nunca me he enamorado, sino más bien por tradición de la que siempre he sido novio.

Aquellos años de Matilde, Perico y Periquin. De, el tío y el sobrino y de tantos programas de radio que suavizaban la tarde y que siguen siendo los mejores recuerdos.

Es verdad que no había libertad, es verdad que solo se podía hablar de futbol o de fiestas. Pero también es verdad que por la profesión de quien portaba la cadena no era muy aconsejable tampoco tener otras ideas. Pero tengo que agradecerle poner la tolerancia en el lugar más alto de aquel hogar.

Un eslabón y el paisaje me llevó hasta los años en que ya viviendo solo con mi madre acariciaba él los eslabones de esa cadena y sonreía todavía sabiendo quien era y todavía conociendo que los que íbamos a verlo éramos sus hijos. Lo hacía sin ningún signo de nada y solo para aferrarse a los recuerdos. Esos que poco a poco fueron olvidándose de el y dibujando un nuevo rostro.

Varios eslabones más abajo llegué a los recuerdos más tristes para nosotros pero quizás más bonitos para él. Aquellos en los que ya no solo acariciaba esa cadena sino que besaba la cruz con verdadera devoción. La devoción que profesaba a su Cristo de los Gitanos. Y la besaba una y otra vez como queriendo aferrarse a ese Cristo que en la Cruz le enseñaba el calvario que le quedaba y sobre todo, nos quedaba.

Bajando eslabones, unas manos arrugadas acariciaban la cadena y se la enseñaban a todo aquel que lo visitaba. Todos asentían y sonreían creyendo que con ello ayudaban a que recordara porque lo hacía o por mero cariño. Y el sonreía más y más sacando la cruz de debajo del jersey y la volvía a esconder cuando de broma se le hacía ver que se la podían quitar. Y nos pedía que le trajésemos El Liberal, prensa que él dejo de leer cuando tenía veinte años y se clausuró con el final de la guerra civil.

Un poco más abajo distinguí una figura agarrada a una persona que lo ayudaba a caminar y mientras esa figura buscaba con la mirada algo en el horizonte, sonreía y se sacaba la cadena como si se tratase de un trofeo, mientras nos guiñaba en señal de complicidad.

Y por fin con los dedos llegue a la cruz, la cruz de la cadena y la de los recuerdos. Esa que le llevó a una mirada perdida, a unas manos temblorosas y a una vergüenza lógica, las primeras veces que le ayudaba a lavarse. Ahí también me enseñaba la cadena. Sin saber porque, quizás para distraer la atención de lo duro del momento o por el mero placer de hacerlo.

Esa cruz que lo acompañó hasta el final de sus días en los que ya la cadena era un mero adorno y solo llenaba su pecho de falsos recuerdos. Me miraba con una mirada fija y perdida como queriendo saber quien era yo, Y yo mientras me prometía que esa cadena adornaría mi pecho cuando el nos dijese adiós.

Hay muchos más recuerdos, unos más duros y otros más tiernos, hay muchas sonrisas y muchas lágrimas en silencio, mías y de mi madre, unas estuve presente mientras se derramaban y otras no. Pero sobre todo hay una gran ilusión por acariciar esa cadena, y esa cruz que ahora me adorna a mi. Quizás un día yo la acaricie y la bese como lo hizo él y quizás algún día alguien la vea como algo que hay que salvar y acariciar. Alguien que aparte del valor económico que tiene, aprecie el valor de los sentimientos y los recuerdos perdidos en el pecho de dos generaciones…..

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