DESEOS
Piérdeme para encontrarte
Piérdeme. Piérdeme otra vez…
pero esta vez, que sea dentro de ti
y tus pliegues, dobleces y esquinas.
Hoy no te escondas más de mí, hoy saca
todo tu mundo a pasear, airéalo al sol de otoño
porque ya es tarde para estarnos conociendo,
y cada día que pasa la brecha se ensancha más.
Paséame, muéstrame de paso -como no queriendo-
la manera en la que zarpaste para siempre,
déjame verte en tus tropiezos, caídas y zozobras,
déjame admirarte en tu completitud inmensa.
Deseo en el coche
Es de noche y hay mucho que hablar,
si no se empañan los cristales es sólo
porque fuera no hace el suficiente frío.
Nuestras miradas se encuentran y chocan
para luego perderse en el vacío de la noche
de las confesiones atragantadas “aquí”.
Me encerraste para terminar echándome.
El miedo que en un principio era a que yo escapara,
terminó siendo a que te atrapara “aquí” o “aquí”.
No hubo cuenta hasta tres, y volvimos a huir,
porque era lo correcto. Tú tartamudeas y yo tiemblo.
Nos vemos las intenciones, y los ojos, y los roces…
Qué fácil sería perdernos la una en la otra
aún sin conocernos. Qué fácil sería liarla parda y
amanecer mañana viviendo en un sueño incierto.
Ombligo
Me siento abrumada por tanto cariño
y tanto manoseo continuo y pegajoso.
Lo quiero –no me engaño- pero me sobrepasa.
Quiero hacer mil cosas. Debo hacer mil cosas
y siempre termino volviendo a lo mismo.
Mi mundo gira alrededor de su ombligo
-demasiado dulce como para dejarlo pasar-.
TURBULENCIAS
Insomnio
La noche está tranquila
porque yo duermo en ella.
La noche duerme porque la duermo.
Cuando despierto y me desvelo
la noche está inquieta y se retuerce,
y se acalora,
y se revuelve,
y vuelta y vuelta,
y no descansa,
y se angustia,
y piensa en lo que no puede y quiere.
Cuando no duermo la noche:
esta se retuerce en mis entrañas.
Menos princesa
Algodón de azúcar que endulza mis días,
Convirtiéndolos en rosa pálido, dulce y suave.
Colchón mullido que suaviza mis caídas,
acolchando el suelo para que no me duelan.
Edredón que vela, recoge y calienta mis sueños,
arropándolos hasta deshacer las preocupaciones.
No quiero nada de eso, espero que mis chucherías
y protecciones se pierdan para poder aprender,
para poder crecer y madurar, siendo cada día
un poco más yo y un poco menos princesa.
Habitación propia
Un lugar donde esconderme todo lo que necesite…
Un lugar donde compartir conmigo
mis fantasías, anhelos, recuerdos, dudas, divagaciones,
deseos, miedos, esperanzas…
Un lugar donde escribir desde el deseo, desde las ganas,
desde lo que me salga del coño…
Un lugar donde desarrollar mi erótica y poder ser tal cual:
deseosa, deseante, deseada,
temerosa, soñadora, desinhibida, secreta… yo misma.
Una habitación propia.
Amazonas
Tacones de aguja manchados de barro y hojas secas.
Mágicas amazonas de los bosques
que escondéis secretos entre las setas alucinógenas
y laméis el musgo para conocer todos los placeres
del mundo.
Me convertiré en un tronco podrido
para que utilicéis mi madera para hacer un fuego ritual,
envidiando a la valiente que pueda ser el metal
del filo de vuestras hachas.
Quiero veros comer flores de sangre
antes de salir a cazar causas que quedan por ganar.
Quiero formar parte de vuestros rituales,
pero temo la sangre que mancha vuestros tacones desgastados,
porque siento que esa sangre es tan mía…
Tan, tan mía… Que aunque odie al enemigo, temo verlo morir.
Podría merecerme morir yo también por mis pecados.
Pausas
Cuando en una conversación
me pierdo en pausas largas
es para pensar qué de todo
lo que atraviesa mi cabeza
voy a decirte, y qué no.
Si me metes presión me evado
y lo que quiero es irme o llorar,
porque si digo lo que pienso tal cual
alguien saldrá dañada -tú, yo,
mi autoimagen, mis máscaras…-.
No puedo permitírmelo.
Hoy entiende que yo soy una zorra
y necesito controlarme por las dos.
Dependiente
Nuestros corazones se arraigan en esta parcela
y yo -de repente y con precedentes- me encuentro
asustada de tanta cercanía y tanta cuerda afectiva,
de tanto cariño escurrido como baba de caracol,
de tanto querer estar contigo y con nadie más.
Me da miedo aislarme en tu cerco electrificado,
me da miedo quedarme jodida si esto no funciona…
Me doy miedo sintiéndome -más bien pensándome-
dependiente de ti y jodida y sola como sólo yo sé estar
en tu compañía o la de cualquiera que se arrime.
Aún así tengo peligro de ser dependiente de lo nuestro
en los espacios físicos y psíquicos que ocupamos.
Mi afecto
Me cuesta aceptar que, a veces…
Tú no quieres mi afecto.
Así que lo recojo, lo pliego con primor,
lo escondo en un bolsillo sin agujeros
y te escupo a los pies antes de largarme.
Espero que la próxima vez lo aprecies.
Retrospectiva
Estoy encerrándome para poder entrar
en el lugar en el que se forjan mis creencias,
para poder ver a cuáles estoy fallando
y escupir todo lo que me sobra, rebosa y ya huele.
Esta noche encenderé unas cuantas velas
para no perderme en los escombros de mi
estructura, que está un poco vieja y un poco inútil.
Esta noche soy una valiente y me atrevo a verlas.
Hoy he estado jodida mirándome para atrás…
Me ha gustado verme diferente a tu lado
y hacia mí… Sólo me queda aprender a
coserme a mi propia piel.
Goteras
Siento la tormenta dentro y fuera de mí
en este día gris -como yo-.
Me llueve de piel para adentro
y en los ojos tengo goteras
que me ponen la casa perdida.
¿Es a mí a quién estás hablando?
A veces siento que me hablas,
y que -cuando me hablas-,
no lo haces para que yo te escuche…
Lo haces ¡para escucharte a ti!
Y yo me espanto, y me enfado, y me pregunto:
¿Qué cojones necesitas de mí?
Mi pedestal te espera
Después del largo cortejo me abandonaste,
me dejaste sin ti, tirada a tu manera: entre divanes.
Y ahora apareces -sonrisa en cara- otra vez,
queriendo ser el centro de mi humilde mundo
y ocupar el pedestal que siempre te espera.
Eres una cobarde y no quiero nada de ti.
Apareces cuando sabes que tengo novia
otra vez y reclamas tu sitio en mi altarcito,
y mi privacidad en tus cuadernos de notas,
y toda la información que puedas para amarrarme.
Dices que si todas fuesen como yo el mundo sería
un lugar mejor. Confieso que necesito escucharlo porque
no tengo nada tan amable para decirme ahora,
y aunque no me guste cómo me tratas, limpio tu sitio,
prendo velas y lo siembro de flores para que vuelvas a mí.
Soy sola y también soy sola contigo
No quieras que te eche de menos
más de lo lógico, de lo imprescindible,
porque no quiero jugar sólo contigo…
Quiero fantasear con quien yo quiera
sin tener la angustia de estarte fallando,
porque si no, a quien fallo es a mí.
No sé moverme ante tu dolor, y si jugamos
a las escondidas gano yo igual, aunque tú
–con mucho esfuerzo- me encuentres.
Me cuesta moverme ante la posesión.
Me paraliza y, sobre todo, me tira para atrás
rodando cuesta abajo hacia un final cutre.
No eres una mujer adecuada para mí porque
soy sola y también soy sola contigo
y tú no lo entiendes, ni quieres entenderlo.
(Quizá en algún momento nos perdamos
la una a la otra, y a mí me gustaría creer que,
entonces, entenderías que ser sola no es malo.)
Quiero estar a tu lado aquí y ahora, y quiero
quererte como yo te quiero y olvidar las florituras,
ya que no sé hacerlo a tu manera de cuento.
MOMENTOS DE DUELO
I.
No te pido que me perdones
porque sé que si lo haces
arrancarte esta tirita mustia
de nuestra relación te dolerá más.
Solamente quiero darte las gracias
por todo lo que me has dado, y
pedirte perdón por todo lo que no
he sabido darte yo a ti.
Te quiero, aunque quizá
me haya confundido de manera
de querer, y la mía fuera solamente
amistosa. Tú no querías ser mi amiga.
No quería hacerte daño, y por eso
no me atreví a dejarte atrás antes.
Lo he hecho mal –por fortuna para ambas-
y ahora tú tienes derecho a odiarme.
II.
Piedra a piedra
fui soltando todos mis pesares.
Piedra a piedra
solté todo lo que no era mío.
Piedra a piedra,
y maltratando al mar a pedradas,
me di cuenta de que tú seguías a mi lado
y todos mis bultos seguían en el coche
esperando una nueva casa,
esta vez menos histérica –¡ouch!-, por favor.
III.
Quiero dejarte atrás ya,
quiero soltarte con tu peso
y salir flotando de esta
isla desierta tuya.
Ya me escapé de detrás
de tu sombra que todo lo abarca.
Ya no hay peligro que quede
acechando bajo mi piel.
Mi entendimiento tardío no quiere
que suelte amarras y se duerme
mientras yo me asusto de mi propia sombra
en las noches de invierno que caen, y yo
sin vela que me marque la diferencia
en la oscuridad de una cama follada cualquiera.
IV.
Fue bonito mientras duró que fue nunca…
Y el uno por lo uno y la otra por lo mismo
íbamos dejando la casa llena de pelusa.
Ahora es amargo el recuerdo y me dueles
porque no supimos ser dos.
Dejar de ser conocidos para ser co-nacidos
como dos en uno. Como uno entre nosotros.
Abortamos conversaciones desoladoras,
retorcemos hasta arrancar sentimientos que,
sin nosotros, no valen nada.
Ya no hay un entre que pueda estar en nosotros
y somos cabezas que comparten almohada
y se dan la nuca deliberadamente lejana y fría.
Zapatos que, dos tallas pequeños nos oprimen
los pies cansados de caminar juntos.
Por eso ahora te pido que descansemos y,
por fin, caminemos separados aunque solos.
Sin zapatos y con los pies descarnados, descalzos.
Respira, mira que grande es el mundo. Respira…
mira si hay sitio para los dos.
DE AQUELLA VIEJA HISTORIA
Lo que necesitaba oír de su boca
(y me inventé para poder quedarme)…
I.
Sangras borbotones de palabras sobre mí;
lloriqueos que nunca podré aprender a sentir.
Tengo un metal anestesiando mis emociones,
tengo oídos que no escuchan
mientras mis labios susurran canciones…
Soy malestar que no se expresa,
dolor en mi estómago sobre la mesa.
No puedo pedir que acaricies mis heridas.
Nudo de lágrimas en la garganta que veo
como ahoga tu estómago afligido…
Sé que miras con ganas las ventanas
y me abrazo a tu espalda cubierta de gotas
de entrañable sudor rancio y dulzón.
Quizá no sea nuestro momento…
Pero es ahora cuando nos tenemos
y no puedo pedirte que te quedes
porque no sabemos entendernos
y cada intento mutuo nos hace llorar.
Es tarde.
Ya tienes la cara pegajosa de lágrimas,
alma ciega que acusa de sus dolores
y luego llora, ajena al desasosiego que causa.
Sé que te pierdes, pero yo no puedo encontrarte.
No quiero oír esta noche que me quieres…
Tú lo necesitas más y yo no voy a decírtelo.
II.
Caminas a pies descalzos sobre una superficie de duro hielo.
Caminas a pies descalzos sobre los latidos de mi frío pecho.
Deja que te defienda de mí. Deja que te aparte y te recoja.
Quiero cuidarte en una lejanía que proteja la calidez de tus pies.
Ahora estás entre tinieblas, sin saber si lo que escuchas es cierto,
y es nada. No hay frío ni calor, ni nada que sentir a tu alrededor.
Hace días que no comes nada, pero no tienes hambre.
No hay olor, pues no respiras. No hay sabor, pues no hay lengua.
Cansada de vagar vuelves a nuestro lugar. Apoyada en mis hombros
me obligas a escuchar el rasgar desbordado de tus cuerdas vocales.
Y yo: mejillas que esconden palabras. Y yo: te digo que no vales nada.
Márchate, conserva la calidez e ignora el frío de mi cuerpo en tus pies.
Márchate.
III.
Dormiré escuchando las últimas palabras
que me dijiste antes de partir.
Dormiré esperando los últimos mimos
que me diste cuando me iba a dormir.
Dormiré escuchando las mismas canciones
con las que me hacías sonreír.
Dormiré esperando los fuertes abrazos
que de alegría me hacían morir.
Dormiré sintiendo todas las ausencias
que me colocas al dejarme
e irte a vivir lejos.
IV.
Te vas y yo me quedo quieta.
Te vas y yo sigo en mi sitio.
Te vas y solo quedamos yo
y mi cama llena de pelos.
Pelos que me recuerdan
tu ausencia repentina.
Te vas y ya te has ido
y yo sigo aquí, esperando,
por si en algún momento
podemos vivir juntas la vida
que nos habíamos prometido
y que ya podía sentirse cerca.
Te vas y aun no te has ido
pero los pelos de la almohada
son lo único que va a quedarme
y ya me están haciendo compañía.
Te vas y quiero ir contigo,
pero no puedo pedirlo
porque sé que yo no formo parte
de tu próxima vida.
Tú lejos
y yo con tus pelos en la almohada.
Últimos coletazos
I.
Sé que cuando aprenda a quererme
no necesitaré que tú me quieras,
y cuando sea independiente
no podrás despreciar mis ideas.
Cuando yo siento que me quiero
tú no puedes hacerme daño.
Cuando siento que me quiero
no caigo en ningún engaño.
II.
No huyo de sus tormentos porque no sé dónde estoy.
No huyo porque no tengo con qué comparar mi infelicidad.
No, porque no conozco nada más y eso es todavía peor
que tener que soportar esta humillación día tras día.
Me humilla porque en mi naturaleza está el dejarme humillar.
III.
Régimen de silencio…
Pero no silencio fértil,
que apoya la palabra que nace.
Arma de silencio…
Del destructivo,
que aniquila siquiera las ganas,
siguiera la posibilidad de un “pero”
como única protesta.
Velo de silencio…
que me aísla en soledad
durante largos días sin interrupción.
IV.
Me abrazo. Aun contigo a mi lado
siento ganas de abrazarme fuerte,
y hacerlo muy intenso, y quedarme
ahí encogida dentro de mí, sola
y con las emociones con las que
me has dejado marchita y abrazada.
Sola y contigo dormida a mi lado.
V.
Quiero irme a la cama que ya es hora,
y tú estás ahí. Y no sé qué hacer
ni hacia dónde mirar para no verte.
Y prefiero vivir en mis fantasías
incumplibles que contigo en la realidad,
porque te quiero y me dueles.
VI.
Memoria celular de mi piel con la tuya.
Busco el calor en tu lado de la cama,
me doy cuenta de que lo he perdido,
y quizá, esta vez, el silencio dure para siempre.
Yo seguiré buceando entre sábanas frías,
deseando encontrarte cálida una y otra vez.
VII.
Quiero hacer una llamada y terminar con todo,
quiero poder deshacer las cajas y quedarme a tu lado.
(Y esto me pasa cuando me veo en las puertas
de la que fue nuestra casa, y me pillo deseando
que me pidas que me quede a tu lado)…
Y yo quiero volver… Pero me voy, porque no quiero
la opresiva soledad que tú me ofreces.
VIII.
Todavía puedo albergar
recuerdos tiernos…
seguramente tenga pesadillas.
Seguramente me haga reproches.
Tu nombre escrito con agua.
Tu recuerdo podrido en la sangre.
Tu presencia disuelta en cada lágrima.
IX.
Sueño del domingo:
Tú me dices que vas a desaparecer de mi vida.
Tiemblo y te digo que vuelvo contigo si hace falta,
pero no desaparezcas…
Sueño del lunes:
Tú me pides volver a Castellón conmigo
para empezar desde cero allí.
… sería mágico.
Lloro porque no me lo creo.
Y después tú borracha y desnuda,
y yo ayudándote a recomponerte.
Sueño de otra noche cualquiera:
Tú me preguntas “¿Por qué me dejaste?”
Por favor, deja de hacerme esa pregunta
… yo sólo quiero olvidarte.
X.
Fantasía temida:
Llamada de un noventaitrés,
será Greenpeace.
Saludo desinteresado,
silencio al otro lado.
Suena tu voz, otra vez,
igual, como si no hubieran pasado
seis años y me llamaras
para decirme cualquier chorrada.
Cuelgo, respiración agitada,
sudor frío sobre mi cara.
XI.
Desconocí tu cuerpo palmo a palmo,
cremé tus recuerdos-basura,
reconstruí mi cuerpo célula a célula,
deconstruí lo que aprendí de mí contigo.
Reescribí nuestra historia una y mil veces,
disolví los nudos y solté las tripas,
abrí mis costillas y aprendí a respirar de nuevo,
aprendí a vivirme sin tus kilos de mierda.
XII.
Igual que tragar raíces recién arrancadas,
que frotar mi clítoris con una piedra,
que respirar insectos voladores,
que ser abrazada por un cactus…
Igual que bañarme en salsa de tabasco,
que introducir fruta podrida en mi vagina,
que masticar agujas enhebradas,
que beber del cubo de la fregona…
Ese es mi recuerdo de ti.
Igual que un mal rato,
que un disgusto,
que un absurdo.
RESOLUCIÓN
Florece desde el Dolor
Me lo grabé con aguja a tinta y sangre en las costillas.
Me lo marqué para que no se me olvide
que del dolor se aprende, del dolor se crece,
y es un gran aliado que abona, y enraíza,
y trae primavera que perfuma el día a día
con sus florecimientos y sus aprendizajes.
Pero también me lo grabé para recordar
que aunque sea deseable crecer, florecer…
que el dolor no se busca porque viene solo,
y que el crecimiento no es una excusa
para sostener situaciones que me llenan de mierda
de la que no me abona y sí me pudre.
Quise recordarlo bien, y recordarlo todo.
Quise tener un aviso, un anclaje, una advertencia
que me apoye en los malos momentos
y me recuerde que una cosa es una cosa,
y dos son dos, y que no tengo la obligación
de aguantar lo inaguantable, porque puedo:
florecer queriéndome y cuidándome a mí,
huyendo de las situaciones que me hacen mal
y son prescindibles, y sosteniéndome en las
que no puedo abandonar. Aprendí que soy
lo más valioso que tengo y que tendré
y que merece la pena cuidarme más que a nadie.
Ya floreceré, sin prisas, que para el dolor
siempre hay tiempo, y mejor que no hayan ganas.
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