Los cementerios que callan la soledad

Los cementerios que callan la soledad

Osvaldo Molinari

22/09/2017

En la arena ardiente del desierto

fundidos en un abrazo de muerte

quedaron para siempre olvidados

miles y miles de obreros del salitre.

Desaparecieron en ella, las miradas,

sus manos rudas y muchas lágrimas.

Los huesos diseminados fueron abono

de pardos arbustos con escasa vida.

Lejos, por la distancia del tiempo,

surgen extrañas cruces sin nombres

que elevan sus brazos hacia el cielo

mudo reflejo opaco de sus sombras.

La pampa con su inexpresivo rostro

los recuerda bajo sus noches frías,

une los gemidos de su viento eterno

con aquellas vidas de miradas tristes.

Las sonrisas forzadas e impotentes,

los cuerpos consumidos por el polvo,

nobles espaldas con sudor petrificado

que esculpió el dolor junto a sus palas.

En ese desierto, quedó su cruel miseria

y el morral repleto de sueños truncos.

Para ellos, nunca hubo joven primavera

ni oídos a sus gritos de justicia plena.

Miles desaparecieron y otros, volvieron a nacer

para ir reemplazando a los recién caídos.

Faena inhumana entre la quemante costra

que por burdas fichas entregaban su vida.

Extraer el salitre, fue para todos ellos

un río rojo para tantas vidas sin suerte.

Navegaban a diario de la mano con su miedo

entre la miseria y la agazapada muerte.

Jamás hubo justicia por esa hambre eterna,

los enterraron con sus sueños y su espanto.

Hoy, aún se oyen sus gritos entre las ruinas

y se ven manchas de sangre, sudor y llanto.

En lúgubres tumbas grises de polvo

que emiten a veces roncos gemidos,

obreros incógnitos permanecen ocultos

junto a recuerdos de mil voces lejanas.

En vana espera, aguardan la llegada

de nuevos inquilinos, mientras duermen

su total abandono, en cómplice silencio

con las eternas noches frías de la pampa.

En caminos lejanos, mudos y sombríos

cual si fueran unos deteriorados retratos,

surgen desfallecientes muchos nichos

con dueños pero, sin sus nombres.

Un santo misterio logra unir los brazos

entre aquellas viejas cruces suplicantes.

Algunas, emergen rebeldes e inmutables,

desafiando la tristeza de su total olvido.

Las acompañan, viejos árboles agónicos,

secos como huesos, sin el calor de sus hojas.

La gris arena nos indica donde yacen ocultas

bajo este cruel abandono que hoy las cubre.

A veces, algunas lucen flores de colores

sobre coronas hechas de papel mustio

pero, en ellas se respira e igual se siente

la aplastante soledad abrazando la tristeza.

Son lugares de oculta amargura donde miles

reposan para siempre y, sin mayor prisa

son parajes ocultos donde la indiferencia

es dueña del tiempo y de todas las cosas.

Solo Dios conoce el valiente pasado

y, el final de esas ignoradas vidas;

hay tantas almas vagando, cuyos nombres

se han borrado con la suma de los años.

Risas, amores, las penas y sus lágrimas

ya para siempre sepultó la ardiente arena.

Chilenos, debemos rescatarlas de su abandono,

estas tumbas son parte de nuestra historia

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