La abuela había sido lúcida e inteligente. Tenía chispa cuando le preguntabas algo, también sarcasmo, mujer de siglo XX, con las grandes guerras a sus espaldas y la civil sin olvidar, pero que no fue mucho de lamentos, sino de salir adelante, supongo, que como tantas otras.

Luchadora incansable que se dejó la piel para sacar adelante a sus hijos, los del primer marido y los del segundo, que ella no se andaba con tonterías.

Cuando enviudó del padre de sus primeros seis hijos, no se pasó la vida de luto y llorando por el amado, más que nada porque no lo era; ella que siempre fue muy práctica no sé si por necesidad o por convicción, se buscó otro marido, y tuvo mucha suerte de encontrarlo, porque aquél buen hombre más joven que ella, no sólo se enamoró, sino que se hizo cargo de los hijos del antecesor, a los que con el tiempo se sumaron otros tres.

Y fueron pasando los años y la vida y los hijos se casaron y a su vez tuvieron otros hijos, y buscando su camino se fueron a otro pueblo o a otra ciudad, aunque siempre se volvía a la casa de la abuela en las fiestas del pueblo y en las Navidades.

En las fiestas, siguiendo con la vertiente práctica que ya he comentado, la abuela hacía una gran pota de sopa que estaba todo el día al fuego y que era tan espesa que se tenían las cucharas de pie, pero que volvía locos a los nietos y era el sustento base de la alimentación a cualquier hora del día o de la madrugada, y así no había que estar pendiente de nadie y cada uno comía cuando quería.

El día de Reyes, unas nietas con voz de ángeles cantaban Alfonsina y el mar, en vez de villancicos, que aquella nunca fue una casa de seguir las reglas.

Sus hijas y algunos de sus nietos pensaban que no era demasiado cariñosa; ella no había nacido en una época de besos y abrazos, pero si la conocías, y sin haber sido nunca la cosa más tierna, si sabía ser cariñosa a su manera. Y quería y mucho.

Y también la vida fue pasando para ella, y, de pronto, empezó a tener algún despiste, luego a olvidarse de todo y fue perdiendo su lucidez, su sarcasmo y su inteligencia .Su memoria naufragó y se fue a la deriva.

La lloró el segundo marido, el que la acompañó toda su vida y que la sobrevivió varios años, que siempre la amó y que fue a reunirse con ella el día que España ganó el mundial de fútbol, cosa que ni a ella ni a mi nos importaba lo más mínimo.

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