Aquella mañana reviví:
llamé a mi amo,
le dije necio
y abandoné mi trabajo.
Aquella mañana exigí
dejar el oficio de esclavo,
romper las cadenas
que me llenaban el plato.
Bajé al mercado
acariciado por el sol
de mi primer amanecer
despojado de patrón.
Compré naranjas valencianas,
de los mejores huevos
y un buen vino tinto,
por supuesto.
Reí con el vendedor,
discutí con ancianos sin pelo
y me enamoré enfermizamente
de miradas sin cuerpo.
No sé resumir en cuantos sitios estuve.
No sé cuántas escaleras subí
ni cuantas veces vacié mis pulmones
para, de una vez, reír.
Solo sé cuán bello es pensar
de mi balcón, la utopía
del amanecer, mi sueño
y de la paloma, mi querida.
Qué bello poder imaginar
un amanecer más.
OPINIONES Y COMENTARIOS