Tulipanes y verbenas

Tulipanes y verbenas

Esta historia de amor comenzó el veintiuno de enero de dos mil catorce en el fin del mundo, más precisamente en las puertas del Dublín, o quizás haya comenzado el día diecisiete en El Calafate, con una fotografía aleatoria proyectada en las pantallas del catamarán número cinco, en la que se me veía saboreando el hielo glacial deprendido del Upsala o del Viedma. Alguien dijo algo en un idioma que no conocía, alguien más tradujo al inglés sus palabras y así supe que a la primera persona le había gustado mi pelo fino y revuelto. Una tercera persona elogió mi lunar junto a la boca, entonces Joaquín, el fotógrafo de Imagen Patagonia, decidió que sería el nuevo fondo de escritorio de los monitores del barco.

Días más tarde en Ushuaia, antes de que yo llegara a la puerta del Dublín, vi que a través del cristal un extraño me estaba observando.

«Disculpa ¿Tu eres Ana?» – me dijo cuando estuve adentro. Le respondí que no. Aparté su mano de mi hombro y busqué un lugar donde sentarme. Me alejé tanto como me fue posible, aunque ahora mismo no sabría decir por qué. También él se alejó de mí. Se dirigió al patio donde se reunió con un grupo de israelíes, el mismo con el que había viajado a bordo del catamarán. Uno de ellos sostenía un celular en sus manos y los demás se amontonaron en torno a él. Miraban algo en el aparato y de cuando en cuando volteaban sus ojos hacia mí, mientras los míos permanecían clavados en los del extraño. Me juré no volverme de allí sin decirle mi nombre, aunque estuviese nerviosa, aunque la vergüenza me secara la boca cuando le hablara en inglés. Sin embargo, la historia siguió su curso de manera sencilla. En un momento de la noche, al salir yo del baño de damas y él del baño de caballeros, alguien me empujó contra él.

«Disculpa ¿Has encontrado a Ana?»

«No»

«Yo podría ser Ana si quisieras»

Luego de aquello, al ver que no tenía mi inglés la fluidez del suyo, me pidió que le dijera que yo también venía de Europa, que estaba mi hogar en ese continente y no en otro. Le dije que lo sentía mucho, que había nacido en el país que él estaba visitando, pero que mi hogar no estaba tan al sur ni era tan frío. Le conté que había nacido y crecido en Las Flores, la ciudad de las verbenas, ubicada en el centro de la provincia de Buenos Aires.

«En ese caso – dijo él – no importa el lugar de donde vengo. Donde sea que podamos estar juntos, será nuestro hogar»

Más tarde, cuando agendó mi número de teléfono, rió al explicarme que, al escribir mi nombre, el diccionario le sugería la palabra «pimienta»

«Pero Jimena y pim…»

«Es porque el inglés no es la primera lengua en el país de los tulipanes – me interrumpió – O porque estás hecha de azúcar, de especias y de todo lo que es lindo»

Todo esto ocurrió un martes veintiuno de enero. Y al lunes de la semana siguiente, mi pequeña ciudad contaba con un nuevo habitante. Él había prometido visitarme, pero yo no me había atrevido a soñar que pudiera quedarse. No después de saber que partiría a Uruguay el veinticinco de marzo. Sin embargo, el destino de aquel boleto fue un cesto de basura de la plaza Mitre.

Al llegar a mi casa, la que también era suya, buscamos el cofre donde antes había estado el pasaje y colocamos en su lugar los mapas que nos habían guiado hasta el Dublín. Él colocó encima una piedra del glacial Martial, no sin antes escuchar mis regaños.

«Es porque sos la chica de los glaciares» – rió

Fue entonces cuando me habló sobre los israelíes. Uno de ellos le había mostrado el vídeo de su paseo en catamarán, en el que accidentalmente se veía un primer plano de mi imagen en una de las pantallas. Por ello me preguntó si mi nombre era Ana, porque antes el israelí había querido saber mi nombre, pero Joaquín le había dado el nombre de la chica de la fotografía anterior.

«Cuando te alejaste de mí, yo me alejé aún más. Salí al patio a mirar otra vez el video…para tenerte cerca otra vez»

Lo siguiente que guardamos en el cofre fue un cintillo. Seis cintillos, en realidad, unidos por seis gemas: una aguamarina ubicada entre dos diamantes, por Argentina; un rubí, otro diamante y un zafiro, por Netherlands. Sobre la tapa, dos dibujos estampados: un ramo de verbenas por mi país y tulipanes por el suyo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS