Tirada en la reserva ecológica, mientras miraba el cielo raso, el pasto le cosquilleaba la espalda.
Se preparaba para correr como hacía cada mañana, tras unas cuantas inhalaciones.
Siempre antes se paseaba por el lago de Palermo que le reconfortaba.
Al finalizar volvía al loft donde vivía que estaba a media hora para salir rápidamente al trabajo.
Renata era una mujer tranquila, trataba de que su vida saliese de esa monotonía que le daba su profesión, además de practicar deporte asistía a un grupo de meditación trascendental.
Ella como algunos otros creía que todo era temporal, que solo estábamos de paso en esta vida como tantas otras, por eso quería hacer en ésta todo lo que se le ocurriese.
Lo que le preocupaba era su Madre con Alzheimer a la cual visitaba cada semana en la residencia donde le leía novelas y poesía como tanto le gustaba.
Su alma protectora hacía que algunas veces la llevase con ella para dormir a su lado. Eso la enriquecía tanto como los amigos que tenía.
Ya que todo era un desafío no había ahora ningún compañero sentimental, pero era joven como la vida misma.
Empezó a estudiar Tanatopraxia lo cual trabajando le daba menos tiempo de ocio. Finalizado el curso decidió ponerse manos a la obra y buscar en el ámbito funerario.
Comenzó con la búsqueda del más allá y aún sabiendo que sería duro creía que podía ayudar a los demás dándoles una despedida digna hacia el otro mundo, dejándolos de una forma natural.
Tras varios meses acertó cerca de la residencia lo cual le permitía ver a su madre.
Ahora con sus nuevos compañeros y tras largas jornadas de guardias, comenzó a escribir sobre este nuevo reto.
Una noche sobresaltada pudo observar como su madre se despedía en un sueño, le decía que quería que fuese ella quien le maquillase y que sus cenizas fueras esparcidas en el Mediterráneo donde en su juventud prometió que algún día volvería.
Una imagen de Serrat aparecía de cuando venía a Buenos Aires y juntas tarareaban su tema preferido:»Nací en el Mediterráneo». Como disfrutaban viéndolo cantar en el Obelisco, todos lo hacían con su presencia.
Pasada la mañana se acercó a la residencia para saludarla y ya no estaba; las asistentes la esperaban.
De inmediato recibió la noticia como había soñado, invandiendole un profundo vacío, angustiante.
Le llevo un tiempo aceptar este ciclo que todos sabemos tarde o temprano llegará, el ciclo final. Pasado unos meses supo cual sería el siguiente paso a seguir.
Lo preparó todo como ella así lo había querido.
Ese mismo año concretó el viaje que tanto había programado, para así poder respirar por esos rincones que le recordaban a su madre y no podía dejar pasar.
Ya tenía el pasaje en mano y maleta resuelta.
El Mediterráneo las esperaba.?
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