OTOÑO.
Le robé al verano la esencia de colores,
el calor frustrado, la lluvia apelmazada,
las horas desgastadas, los días desaliñados…
Le robé al verano el amor desbordado
y desgrané las penas sombrías
cargadas de oscuras fantasías.
Le robé al verano la luz desmedida
y condensé mis aromas
en frascos de tiempo perdido.
Esperé el instante para vestirme de gala
y maquillar mis mañanas de escarcha
y cubrirme de alfombras doradas.
y reflejarme en ríos de plata.
Esperé las tardes quietas bajo el cielo de azabache
embriagarme con las risas del viento,
con el rumor de la tormenta sobre la calzada.
Esperé las luces palpitantes de la noche
hechizarme con besos de fuego,
paseos de Amor y abrazos de miel.
Y me ausenté al amanecer del invierno
resaca de sueños cruza mi ventana,
lágrimas plomizas sobre la almohada,
sábanas frías de nieve blanca…
VEJEZ
Soy el bastón que acompaña tus paseos,
la cojera que interrumpe tus pasos,
el dolor que irrumpe tus huesos.
Soy la pena que encoge tu cuerpo,
la lágrima que arranca tu tristeza,
la agonía que destroza tu piel.
Soy la marea en tu memoria,
el silencio en tus oídos,
la luz que se apaga en tus ojos.
Soy el viento que te detiene,
la lluvia hostigadora,
la tierra que resbala bajo tus pies.
Soy el dolor de la ausencia,
la amarga soledad,
la fuerza del olvido.
Soy la voz del recuerdo,
la huella del destino,
la puerta del adiós.
SOLEDAD.
Del mutismo aprendiste a caminar,
en soledad,
con el lenguaje
sombrío
que entraña tu penumbra,
con las heridas
entreabiertas
sobre la piel curtida,
envueltas en misterio
y tímidas sonrisas.
Se acurrucan tus palabras
sobre el asiento,
en tu vestido,
en tus gestos,
en un punto aislado,
en el foco oscuro
de tu mirada.
Y vas tejiendo historias
con hilos de emociones,
con trizas de vivencias,
en la esencia,
en el latido
de tus pasos,
acariciando el silencio…
Y se borra tu memoria
como aire fugaz
que se desliza
efímero y triste
en el horizonte
de tus recuerdos.
VUELVE EL OTOÑO
Huele a otoño,
se cuela
por la rendija
entreabierta
que va derritiendo el verano,
reseco
y cansado.
Siembra aromas
en las esquinas
de un estío arduo
y estéril.
Lo empuja
lentamente,
matizando sus colores.
Una hoja dorada
sobre la piel canela,
un ruido lejano
a voces marchitas;
secuencias,
latidos,
brisas fugaces,
cruzan el aire tibio.
Caen lágrimas
de rocío,
se deslizan suavemente
en el crepúsculo
de la tarde quieta.
Hojas secas,
el viento dibuja
coreografías
en el espacio,
se entrelazan,
juegan en remolinos,
acarician los pies,
se liberan
de las ramas:
tan cerca
y tan lejos,
tan verdes,
tan solas…
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