“Recorriendo calles y separando basuras, ese es mi oficio”

Aidé en su trabajo

Son las diez y media de la noche de un martes, día en que unos chicos voluntarios se reúnen con los recicladores para brindarles una comida caliente y compartir con ellos,  tranquilamente, acerca de Dios, su trabajo, sus familias y de cosas que se cuentan los unos y los otros. Tanto los chicos como los recicladores vienen de diferentes puntos de la ciudad, los unos en bus o carro y los otros empujando su carreta o “zorro” y recogiendo basuras, separando materiales útiles como botellas plásticas y de vidrio, cartones, papeles, archivos y hasta muebles de madera o metálicos, en algunas carretas se observa incluso hasta colchones, neveras, mesas de noche y, sillas; son carretas de dos o cuatro llantas que tiene encima un gran cajón que a funciona a modo de “escaparate” muy pequeño y algunos de manera organizada, llevan en bolsas esos materiales que han recogido a lo largo del día; después de este merecido y corto descanso, los recicladores siguen en dirección de las bodegas ubicadas en la Central de Abastos de Bogotá, localidad de Kennedy, al suroccidente de Bogotá, en donde les comprarán ese material fruto de la jornada de trabajo.

Ellos y ellas son recicladores de base o para decirlo más puntualmente, recuperadores primarios, por cuanto en su oficio a lo largo y ancho de la ciudad, recolectan, seleccionan, recuperan y comercializan los residuos sólidos que se encuentran en los contenedores  o en canecas y bolsas, en las que pueden encontrar basuras como toallas sanitarias y papel higiénico o comida, cartones, vidrios y papeles que separan. Dependiendo de la edad y sexo, cada uno puede cargar entre 100 y 500 kilogramos de material en sus espaldas. A veces, se pueden observar por las avenidas a pequeños hombres o mujeres llevando tanto material que prácticamente los cubre. Muchos incluso cargan en éstas a sus familias mejor dicho, esa carreta, “zorro” es muy funcional y albergador.

Sus viviendas están ubicadas generalmente en los sectores de Patio Bonito, La Paz y El Amparo, muy cercanos a las bodegas comercializadoras y además, aprovechan para comprar alimentos después de la venta; el día miércoles es día de mercado.

Una carreta de reciclaje ( zorro)

Las distancias que recorren son muy extensas, llegando a ser entre ida y vuelta hasta 20 kilómetros, mejor dicho, ¡atraviesan la ciudad! Y como el caracol van con “su casa a cuestas” y en un día corriente pueden recoger hasta media tonelada. El ejercicio que hacen y el peso que llevan se puede ver como un gimnasio deportivo.

Aidé y una compañera de trabajo

Por otra parte, algunos de ellos son consumidores de marihuana, bazuco y pegante, lo cual no les motiva a  comer y alimentarse bien. Esto último, hace que – a pesar del servicio que prestan en la ciudad-, muchas personas los discriminen y les tengan temor dada su apariencia, en algunos casos, pueden tener la apariencia de drogadictos y habitantes de la calle; seguramente habrá quienes aprovechen “el zorro” para llevar cosas robadas, pero, la gran mayoría se dedica a éste muy pesado y esforzado oficio de manera honesta como cualquiera de nosotros en los trabajos que realizamos llámese maestros, operarios, empleados, etc.

El alcalde Gustavo Petro, (2012 – 2015) dentro de su plan de gobierno creó el programa BASURA CERO, reglamentando el trabajo de los recicladores; quienes se acogieron a este programa, obtienen beneficios por la venta de su reciclaje; están carnetizados y reciben un valor económico mensual por la venta de su reciclaje en las bodegas. Así mismo, han hecho talleres productivos para realizar un proyecto de vida paralelo al reciclaje o cuando se retiren de este arduo trabajo. Las personas carnetizadas y que se acogieron al programa cuidan su apariencia física y tienen una vida parecida a la de cualquier trabajador.

Es el caso del matrimonio conformado por Antonio y Aidé quienes gentilmente contaron como era un día normal de vida. Se levantan a las 4:30 de la mañana, Aidé prepara el desayuno, se ponen su uniforme y salen a trabajar antes de las 5:00am. Ella recoge en tres colegios del sector de Patio Bonito y él, recorre las calles del sector aprovechando los días de recolección de basura que para Kennedy (localidad donde trabajan y viven) son los días martes, jueves y sábado, el resto de días también recolectan y reciclan pero en menor cantidad y todos los días van a la bodega a vender. Llegan a la casa a eso de las 3:00 pm. Se bañan, se cambian el uniforme, almuerzan lo que Aidé ha preparado y se acuestan a dormir. A veces van a la iglesia cristiana y el domingo no trabajan sino que lo dedican a Dios, al descanso y a cocinar ese plato de sancocho o de sopa que les gusta y además a reunirse con los tres hijos que ya no viven con ellos.

Aidé y su esposo, Antonio

Hablar con Antonio y con Aidé es darse cuenta de la importancia que representa su trabajo y el de aproximadamente, 2.500 personas en Bogotá, al aprovechar materiales que de otra manera irán a los botaderos de basura, cerca de 1.000 toneladas más llegarían al Botadero Distrital Doña Juana. Es evidente que son seres humanos que han aprendido a sobreponerse al maltrato, al menosprecio y a la discriminación y seguramente saben otros oficios, pero, este de reciclar es el que consideran que hacen mejor, aunque para sus vecinos sea más importante la basura que ya no está en casa que la misma persona que la recicla. Su trabajo, el que muchos despreciamos, en verdad nos beneficia a todos y no tiene el reconocimiento que merece.

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